Soy parte del inconmensurable cosmos y no empleado del nefasto miedo. El asombro me alimentaba hasta que la luz del Aleph llegó e indefectiblemente se apoderó de mi entendimiento pues como fue escrito: “Nada de lo humano me fue ajeno”. Nunca congenié con el terror ni el tedio y mucho menos con la envidia que me tienen a cada instante. “Son parte de esta tierra todos mis huesos, soy polvo de este polvo que fue mi abuelo”. Facundo Cabral dixit y aclaro, no soy mexicano y por tanto exento de la “queretaneidad”. Vivo en eterno movimiento, por eso si me quieren encontrar, busquen en cualquier parte del mundo, bella casa que comparto con la paz, el canto, las sonrisas, la libertad y la verdad. Soy un ser en donde se concentra todo y todos, pues como lo escribió el Viejo Walt Whitman: “Yo me celebro y me canto y, si me celebro y me canto, te celebro y te canto, porque cada átomo que me pertenece, te pertenece porque tú y yo somos lo mismo”. Cuando crucé por vez primera la frontera para entrar a la bella Austria y llegar al Salzburgo de Mozart a quien conocía antes de que yo naciera, la guarda aduanal me cuestionó sobre mi raza; escribí “humana” y esto se tradujo en unas horas de aislamiento. En el vuelo de Buenos Aires a Berlín, la azafata puso en frente de nosotros la hoja impresa para nuestros datos personales; mi compañera de viaje me preguntó: “¿Qué escribo en el renglón de profesión u oficio?” Contesté: Escribe Musa.

Entiendo al universo porque admiro también el mundo de las hormigas. En mí, habitan todas las blancas noches de Siberia, los medio días de Manhattan, los esplendorosos atardeceres de Honolulú y la extraordinaria bóveda estrellada de Delhi. De la mano de Rulfo, de vez en cuando regreso a Comala para empolvar en sus calles, a las almas que, en otros tiempos, me habitaron. Paseo por París, guiado por Balzac quien me muestra las antiquísimas guardillas en donde se junta lo mejor con lo peor, mientras escuchamos a la Piaf. Súbitamente absorbí los mensajes de obras pictóricas tan monumentales como las de Da Vinci.

“En el principio era el Verbo…” y por las palabras que escribo regreso al infinito cósmico, como el amor que expreso por quien vivo; Mujer amada antes de que naciéramos o de acuerdo al karma, desde nuestras vidas primigenias; ella es mi Tikún Olam, mi Cábala, mi Mándala, como lo dijo el Gran Cronopio: “Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. (Continuará)

Especialista en Derecho del Trabajo, 
Certificado por el Notariado de la Unión Europea. 
lopezaso@outlook.com

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