Al tocar los temas de democracia y partidos, necesariamente está ligado el concepto de ciudadano. Nuestra Constitución define que los partidos políticos “tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, fomentar el principio de paridad de género, contribuir a la integración de los órganos de representación política, y como organizaciones ciudadanas, hacer posible su acceso al ejercicio del poder público…”. Sólo los ciudadanos y ciudadanas podrán formar partidos políticos y afiliarse libre e individualmente a ellos.

La ciudadanía del siglo XXI está ligada al compromiso con el entorno en el que nos desenvolvemos, es decir, a un cierto grado de conciencia con lo que pasa a nuestro alrededor y que nos debe impulsar a la búsqueda de soluciones específicas.

Uno de los elementos más fuertes en este concepto se refiere a la capacidad de las ciudadanas y ciudadanos para poner en marcha e impulsar las iniciativas y acciones que busquen un mundo más justo y solidario. Es decir, necesitamos que sea una ciudadanía permanentemente activa.

La evolución del término de ciudadanía se aprecia también en los medios que usamos para comunicarnos hoy en día. Las nuevas tecnologías como internet y las redes sociales son herramientas idóneas para la difusión de las iniciativas de una ciudadanía global que debe estar basada en principios como la solidaridad, el altruismo, el compromiso y la sensibilidad social.

Pese a las prodigios de la era de la información, la decadencia del debate público es lo que ha originado que la gente esté mal informada. La democracia no necesita información sino un vigoroso debate público.

Obviamente también la información sirve, pero solo la que se desprende del debate. Se necesita de un espacio en el que se traten y debatan las “preguntas justas”, muchas veces ignoradas en el debate político-mediático. Un lugar en el que poner en común razonamientos, dudas, movimientos de indignación que de otra manera estarían condenados a quedar no expresados.

Varios ciudadanos, de diversos perfiles y formación, han manifestado la necesidad de adquirir competencias e instrumentos críticos para comprender mejor el universo de la política. Algunos, con experiencia en administración pública, comparten que hoy hay carencia de esa formación básica que en otros tiempos se aprendía en el ámbito de los partidos. Los partidos en este momento deben ser lugares en los que se platique, se comparta información y haya debate, para comprender y descodificar la inmensa cantidad de noticias e informaciones cotidianamente suministrada por los medios, deben ser espacios en los que se vuelva a discutir, a confrontarse sobre los problemas, a razonar sin prejuicios ni premisas ideológicas.

El ciudadano al contar con espacios de debate y discusión, obtendría sus propias conclusiones informadas de esta experiencia en su contexto profesional, social, político, asociativo, dialogando con compañeros de partido, de sindicato, colegas de trabajo, padres de compañeros de escuela de los hijos. De lo contrario, nos limitamos a absorber información de una manera pasiva, si acaso lo hacemos.

Los partidos tienen que reconfigurarse ante estos escenarios para ser ese espacio que buscan los ciudadanos. Uno de sus cometidos, el más importante, es defender el Estado de derecho. Si todos callan, la maquinaria del totalitarismo puede avanzar y será tarde cuando se den cuenta.

La ciudadanía exige la defensa de principios y valores que deben ser comunes a todo el mundo. Ya no sólo hablamos de una reivindicación como fin último; ahora también importa la transformación que como ciudadanos y ciudadanas podamos llevar a cabo en nuestros entornos.

Expresidente municipal de Querétaro y ex legislador. @Chucho_RH

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