Lo bueno: hubo menos víctimas de homicidio en febrero que en enero. Bastante menos. Ciento cincuenta y nueve menos, para ser preciso.

Lo malo: febrero tiene menos días que enero. Tres menos, por si alguien no recordaba.

Lo obvio y lo aritmético: el promedio diario de homicidios en febrero fue mayor que en enero. Pasamos de 82 víctimas por día en el primer mes del año a 85 en el segundo. Eso significa un asesinadocada 17 minutos.

Y eso implica que, contra mi expectativa de hace un mes y contra el optimismo de algunos funcionarios, no se ha detenido aún la escalada de violencia homicida en el país.

Sí, hay algunas señales alentadoras. Por ejemplo, la tasa de crecimiento del número de víctimas contra el mismo mes del año pasado fue 15.4%. A finales del año pasado, el ritmo de expansión se ubicaba en torno a 25%.

También, en algunos estados que experimentaron un crecimiento muy acelerado de la violencia en 2017, se registraron algunos resultados positivos. Por ejemplo, en Baja California Sur, el número de víctimas de homicidio disminuyó 62% en febrero comparado con el mismo mes del año pasado. De hecho, para ese estado peninsular, fue el mejor mes desde julio de 2016.

Igualmente, en Chihuahua, hubo una disminución importante, de 175 homicidios en febrero de 2017 a 140 en 2018. Tomando el promedio diario de homicidios como medida, fue el mejor mes para esa entidad federativa desde abril de 2017.

Sin embargo, varios estados con peso demográfico tuvieron un muy mal mes. Destaco dos ejemplos. En primer lugar, Jalisco: como lo destacaba hace diez días, ese estado, particularmente la zona metropolitana, enfrenta una seria crisis de violencia.

En febrero, 157 personas fueron asesinadas en Jalisco, 43% más que en el mismo mes de 2017. Para ponerlo en perspectiva, el número de víctimas fue dos veces superior al registrado en ese estado durante mayo de 2015, cuando los enfrentamientos entre el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y las autoridades acabaron con un helicóptero militar derribado con un lanzagranadas.

La Ciudad de México también tuvo un mes excepcionalmente violento: 120 personas fueron víctimas de homicidio doloso en la capital del país. Eso equivale a un incremento de 60% con respecto a febrero de 2017. Se trató, además, del peor mes para la CDMX en al menos tres años.

A esos casos habría que añadir el de Puebla, donde el número de víctimas de homicidio aumentó 75% a tasa anual. O el de Guanajuato, con un aumento de 71%. Y de ese estado viene un dato que realmente espanta: en los primeros dos meses del año, Guanajuato registró más homicidios dolosos en términos absolutos que el Estado de México (446 contra 411).

En resumen, seguimos metidos en el túnel. La luz que medio se empieza a ver en el fondo es más de luciérnaga que de sol radiante. En la mayor parte de las entidades federativas, los homicidios siguen al alza. Sí, el crecimiento es menos rápido que a finales del año pasado, pero no es mucho consuelo saber que los homicidios se siguen expandiendo a un ritmo de 15% anual.

Entonces habría que esperar antes de descorchar la champaña. La crisis sigue. La matazón no ha parado. Ni parará por un buen rato más.

NOTA: en mi columna anterior, me referí a la probable tasa de homicidio en 2017 (24 por 100 mil habitantes). Ese número es una estimación mía, basada en cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). El dato oficial de Inegi será dado a conocer en julio, pero puedo casi asegurarles que no va a diferir mucho de ese número.

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