La semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que el jefe de la recién establecida Guardia Nacional (GN) será un militar en activo. Esto no debería sorprender a nadie: López Obrador ha señalado de manera explícita su preferencia por un mando militar desde el inicio de la discusión. En ese sentido, esto no es engaño.

Es, en cambio, una muy mala idea. Por las siguientes razones:

1. Se va a crear un mando bicéfalo en la GN. El superior jerárquico de todo militar en activo es el Secretario de la Defensa Nacional o, en su caso, el Secretario de Marina. Ese hecho no cambia si el oficial en cuestión pide licencia o es comisionado a otra dependencia. En consecuencia, el encargado de la GN va a tener simultáneamente dos jefes: el Secretario de Seguridad y el titular de Sedena o Semar. Eso nunca funciona muy bien, como se puede observar en muchos estados y municipios donde se ha encomendado a un oficial militar la secretaría de seguridad pública. Hay por supuesto excepciones, pero habitualmente esos arreglos acaban en débil control civil sobre la policía y líneas de responsabilidad cruzadas.

2. Se está decidiendo sobre el perfil (o incluso la identidad) del titular de la Guardia Nacional antes de definir las funciones específicas, la estructura organizacional y otros rasgos institucionales de la nueva corporación. Todo eso vendrá (o debería venir) en la ley orgánica que se debe aprobar en los próximos 60 días. Antes de tenerla, antes de decidir sobre lo fundamental, es ocioso pensar en quien ocupará la jefatura de la GN. El perfil del nuevo titular debe ajustarse a los contornos de la nueva institución y no al revés.

3. Se está tomando una decisión crucial sin consultar la evidencia disponible. Desde hace al menos dos décadas, oficiales militares han estado al frente de muchas policías y secretarías de seguridad pública, tanto en los estados como en los municipios ¿Existe evidencia sistemática de que tener militares encabezando corporaciones policiales da resultados mejores que la alternativa civil? Si la hay, ¿por qué no la presenta el gobierno? Si no la hay, ¿por qué no se genera antes de tomar una decisión tan importante?

4. Se va a fortalecer el sesgo militar de la nueva corporación. Según ha expresado el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, la GN va a estar formada inicialmente por 35,000 elementos de la Policía Militar, 8000 integrantes de la Policía Naval y 18,000 policías federales. Es decir, en su composición inicial, el elemento civil ya va en desventaja. Si además se le encomienda la jefatura de la corporación a un militar en activo, va a acabar siendo dominante la cultura organizacional del Ejército o la Marina. Eso va a reforzar el proceso de marginalización de los policías federales y puede acabar llevando a su deserción masiva.

5. Se va a dificultar la colaboración futura entre gobierno y oposición. Si bien no hay una prohibición explícita a nombrar a un militar en activo como titular de la GN, una designación de ese tipo violentaría el espíritu del acuerdo alcanzado hace dos meses con los partidos de oposición en el Congreso. Al menos, así lo están percibiendo los dirigentes de los partidos opositores. Eso va a conducir a un encarecimiento de la cooperación de la oposición en otras reformas constitucionales que quiera impulsar el gobierno. Asimismo, abriría la puerta a un posible litigio ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, potencialmente retrasando el despliegue de la GN.

En resumen, poner a un militar al frente de la GN no garantiza resultados positivos, pero si asegura serios problemas administrativos y conflictos políticos nada menores.

No es buena idea, por donde se le mire.

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