Las redes sociales se han convertido en un ring de pelea intergeneracional equivalente a las peleas familiares de Navidad cuando los tíos comienzan a criticar a los jóvenes por su cabello largo o sus gustos musicales y desde el púlpito que pretendidamente dan los años comienzan a pontificar y a ponerse de ejemplo.

Basta surfear un poco por Twitter o Facebook para ver el enfrentamiento. “Generación de cristal” les dicen los viejos a los jóvenes y estos replican con un “ok boomer” y que los que no soportan nada son los viejos de la tribu que recién han llegado al mundo digital.

Independientemente que considero que uno de los primeros síntomas de que uno empieza a envejecer, además de los achaques, es descalificar a los jóvenes; en lo personal, veo un comportamiento cíclico basado en el reforzamiento del ego colectivo generacional, parafraseando al escritor canadiense Douglas Coupland, que en su libro Generación X, publicado en 1991, ya había detectado esta tendencia.

En dicho libro, entre las historias que contaban los jóvenes protagonistas, venía un glosario en donde daba las pautas para tratar de entender la nueva época.

Entre esas definiciones venía (además de la muy famosa McJobs, que se refería a trabajos mal pagados y sin futuro) la de Solidaridad Generacional, la cual transcribo de la página 41 de la edición en español: “Necesidad que tiene una generación de detectar defectos en la siguiente con el objeto de reforzar el propio ego colectivo: ‘Los chicos de hoy no hacen nada. Son unos apáticos. Nosotros salíamos a protestar, Lo único que hacen es comprar y quejarse’”.

Y eso creo es lo que sucede en este nuevo enfrentamiento digital. Los mismos señalamientos que se le hacen a los jóvenes de hoy, nos los hicieron a nuestra generación, que técnicamente a la que pertenezco es la llamada Generación X.

Cómo olvidar que por los tempranos años 90, mientras buscaba un lugar para rentar cerca de la Universidad, un casero nos regañaba y no por que hiciéramos fiestas, sino porque nuestra generación no hacía nada y no protestaba, que éramos una bola de apáticos y en cambio ellos, es decir, su generación, había tomado y quemado camiones.

O como cuando un docente nos presumía al contar que de joven se iba a entrenar todos los días para estar preparado para cuando llegara la revolución mientras nosotros ni revolucionarios ni nada.

En lo personal, cuando decidí practicar el denominado running, fue más por inspiración al ver Forrest Gump, que por prepararme para la revolución... estoy siendo sarcástico, obviamente.

Resumiendo, cada generación tiene su circunstancia y su problemática. Además, las generaciones no son homogéneas, es decir, no porque se haya nacido en determinada época quiere decir que automáticamente se piensa y comporta de tal manera, eso equivaldría a hablar de una astrología generacional y, como se ha demostrado, creer que las estrellas deciden tu destino es charlatanería, esto lo sé porque soy tauro y, por tanto, incrédulo —nuevamente, bromeo.

Cada generación tiene su momento histórico y sus formas de enfrentar lo que responde a sus coyunturas. Por ello, en las críticas intergeneracionales lo que vemos es este reforzamiento del ego colectivo, como dijo Coupland, y, en el caso de los que ya pasamos los 40, si comenzamos a actuar así, nos habrá caído la maldición de José Emilio Pacheco que dice que a los 40 ya somos todo lo que a los 20 años odiábamos.

PD. Por cierto, para reafirmar lo cíclico de la discusión entre generaciones, al final del libro Generación X, Douglas Coupland nos muestra datos de una encuesta aplicada por la revista Time en 1990, donde afirma que el 65% de jóvenes entre 18 y 29 años consideran que a su generación les resulta mas difícil vivir desahogadamente que a las generaciones anteriores. Sospecho que, si se aplica esa encuesta ahora, los resultados serían similares.

Finalmente, deseo un Feliz Año Nuevo a todos mis lectores.

Periodista y sociólogo. @viloja

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