Una de las “enseñanzas” que nos dejó el terremoto de 1985, que este próximo martes 19 cumple 32 años de haber ocurrido, fueron la cohesión y organización de la sociedad civil ante la tragedia, que hizo frente al régimen de entonces y a las élites del sistema político-económico que, desde entonces, han perjudicado a la población del país.

La organización social colectiva y el hartazgo hacia la clase política del “viejo” PRI tuvieron un impulso que llegó hasta 1988. Los habitantes de este país mostraron el “músculo” y lo que se puede lograr cuando con convicción y de forma colectiva, los ciudadanos unen esfuerzos y acciones para beneficio social.

Ahora, después del sismo que dañó poblaciones y comunidades del sur —principalmente en los estados de Oaxaca y Chiapas—, tenemos que valorar cómo hacer frente, colectivamente, al cinismo y la corrupción de la clase política que dice gobernarnos.

Con una ausencia de la más mínima ética y vergüenza, políticos de varios partidos han buscado lucrar con la tragedia de comunidades y sectores históricamente vulnerables y desprotegidos en el país.

Ante este panorama, tenemos que reflexionar y actuar de inmediato para responder la pregunta: ¿Qué valdría la pena realizar en el corto plazo como sociedad para cimbrar el sistema político-económico anclado en la corrupción y la desvergüenza?

La ciudadanía que padeció el sismo de septiembre de 1985 enfrentó a la clase política y lo visibilizó en al menos dos episodios: la inauguración del Mundial de Futbol en 1986 y el proceso electoral que llevó a los comicios de 1988.

El primer episodio, relatado por Fabrizio Mejía Madrid en su libro Nación TV, mostró la inconformidad de la población hacia el presidente Miguel de la Madrid —recibió una rechifla monumental en el estadio Azteca cuando mencionaron su nombre—, momento que incluso llegó a preocupar al entonces propietario de Televisa.

En lo que respecta al proceso electoral de 1988, la sociedad civil organizada volcó su apoyo hacia el movimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y lo reflejó en las calles, en las urnas y en la cohesión hacia el Frente Democrático. El sistema tuvo que cerrar filas y recurrió a una “caída”, un “fraude” y otros recursos para impedir que la izquierda política llegara a la Presidencia de la República.

Hoy, 32 años después, las muestras de apoyo y solidaridad hacia los damnificados por el sismo, sobre todo la zona de Juchitán y el istmo de Tehuantepec, ya son notorias por parte de la sociedad civil. Sin embargo, tenemos que dar el siguiente paso para realmente mejorar el panorama y cambiar los engranes, los tornillos y los cimientos de un sistema y un modelo económico-político que se resquebrajan.

Las acciones precisadas deben ser colectivas, que trasciendan lo inmediato y lo electoral —no esperarse a julio 2018—, para hacer frente a los cientos de personajes que se han beneficiado del sistema.

Reportajes de investigación como la Estafa maestra, la Casa blanca de Peña Nieto y Angélica Rivera, redes de prostitución y complicidad en las que se han involucrado dirigentes del PRI y otros partidos, muestran el nivel de corrupción, cinismo e impunidad.

La periodista Anabel Hernández, en el marco de su participación en el Hay Festival Querétaro 2017, cuestionó directamente al público y a las audiencias: ¿qué estamos haciendo para defender el trabajo y el compromiso de investigación de varios periodistas?, ¿qué hacemos como sociedad para decir “¡ya basta!”, de manera categórica a la clase política?

Algunas acciones tienen que realizarse pronto. Otras, en el mediano plazo. Habría que dimensionar y entender que como se siente amenazado, el mismo sistema ha creado un Frente Amplio “Ciudadano” —que de ciudadano no tiene nada y que en el fondo servirá para propósitos del PRI—.

Es momento de provocar un sismo “social” que cimbre a la clase política.

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