Tengo la impresión de que el gobierno electo del Lic. López Obrador perdió el rumbo. Todavía no asumen la responsabilidad directa y pública de gobierno y percibo: ya se extraviaron. Me parece que, en la medida en la que su equipo va conociendo la realidad que impera en el país, se van percatando de la inviabilidad, sobre todo económica, de sus propuestas de campaña. Ello los ha orillado a tomar una serie de posiciones, inclusive, contrarias a lo que, en su momento y para obtener el voto, prometieron. Los ejemplos abundan: los terribles gasolinazos que dañan al pueblo se repetirán, las Fuerzas Armadas permanecerán en las calles (¡por fortuna!). No hay duda, no es lo mismo ver los toros desde la barrera que bajarse al ruedo.

Me parece que, no obstante de que en su momento tuvieron la posibilidad de acceder a la información sobre el estado que guardaban el gobierno y el país, no la consultaron, y si lo hicieron, el afán de ganar la elección pesó más que el sentido de responsabilidad electoral y prometieron lo imposible. Promesas que dadas las circunstancias, sobre todo económicas, no podrán ser cumplidas, no en, al menos, el mediano plazo.

Lo anterior, aún y cuando es entendible, me parece lamentable. Pero me parece absolutamente repudiable la renuncia a posiciones ideológicas, la renuncia de los principios y banderas que siempre enarbolaron. Renunciar a los principios y valores que los caracterizaron los ubica en el fondo del barril al que ellos arrojaron todo aquello que en su momento ellos mismos reprobaron. Tal es el caso de la libertad de expresión. Durante lustros el Lic. López Obrador señaló y criticó el manejo del gobierno de los medios de comunicación y cómo éstos, a su decir, se encontraban a su servicio. Ahora el presidente electo se queja de la cobertura y eco que le han dado a la boda de su colaborador César Yáñez, boda que, por cierto, pisotea la austeridad predicada por López Obrador durante años, mostrando la incongruencia de su amigo y subalterno. Ahora también el presidente electo se queja de la difusión de los cuestionamientos a su arbitraria decisión relativa a la construcción del llamado Tren Maya y en la que, sin dar a conocer estudio previo ni pertinencia, simplemente dispone de los recursos económicos, ambientales y territoriales de todos los mexicanos. Ante ello, “ya chole”, dijo el presidente electo. Bueno, el colmo, ya resucitó a la “prensa fifí”, resurrección que interpretó como una clara denostación a quien, en cumplimiento de su responsabilidad, cumple con la misión para la cual fue creada y que, además, México necesita.

Otro caso lo representa el accidente vehicular, que provocó la muerte de una persona, en el que el presunto responsable es el todavía diputado federal del grupo parlamentario de Morena, Cipriano Charrez. En este caso, lo que México quiere ver es la aplicación cabal de la justicia y no un caso más de impunidad. Tal cual AMLO candidato lo prometió. Caso que, por cierto, no implica el uso adicional de recursos públicos.

Finalmente, con el objetivo de enriquecer lo aquí expuesto, recomiendo ampliamente los artículos extraordinariamente escritos por Francisco Martín Moreno “¿El aeropuerto? ¡Una cortina de humo!” (http://eluni.mx/l0hx_xuk) y de Lorenzo Meyer “La nave y su hoja de ruta” (http://eluni.mx/x3nlgd_b). Ambos publicados por EL UNIVERSAL el domingo 14 de octubre.

Fuente de los Deseos. Ojalá que el gobierno del Lic. López Obrador no sea como otros muchos gobiernos anteriores y que su actuar sí sea congruente con los principios y valores que desde hace años viene señalando. Congruencia que no implica el uso de recursos económicos, simplemente la voluntad de hacerlo. Ojalá...

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