La semana pasada escribí en este espacio mi dolor y enojo por la forma como algunas mujeres han actuado con violencia en su lucha por acabar con la violencia contra las mujeres.

Me hice dos preguntas: una, ¿por qué considerar que solo una de esas violencias es importante (la que va contra las mujeres) y que las demás no lo son (la que va contra otros seres vivos y contra el patrimonio)? Otra, ¿por qué considerar que luchar contra la violencia se debe hacer con violencia?

Recibí muchísimos comentarios, que agradezco. Ninguno fue para responder a la primera pregunta, algo sin duda preocupante pues hace evidente que no se está pensando en todo lo que abarca el espectro de la violencia en México. Todos fueron para responder a la segunda pregunta, algunos estuvieron de acuerdo con mi posición y otros no.

Quiero ahora usar este espacio para referirme a los que manifestaron posturas diferentes, para que conozcamos sus argumentos. Ejemplifico con un texto que circuló en Facebook, del que reproduzco un fragmento:

“Hace unas semanas hubo paro en la UNAM, en la facultad donde doy clases. Lo organizaron unas mujeres muy jóvenes. Durante las protestas que lo iniciaron, pintaron toda la facultad, rayaron todo, hicieron también murales, cambiaron el letrero de “sala de profesores” por “sala de violadores”, pegaron en cada salón fotos de quienes acosan y violan alumnas. Rompieron vidrios, rompieron cosas. No dimos clases en varios días, casi se pierde el semestre. ¿Qué lograron con su “vandalismo”?: Cesaron el contrato de 11 profesores y 19 administrativos con denuncias activas que estaban ahí trabajando como si nada. Lograron que al menos 30 agresores ya no estén ahí. También lograron que pueda cambiar el protocolo de atención de género. Qué bueno que estas niñas rompieron y quemaron todo. Qué bueno que tomaron la facultad. Qué bueno que se hicieron escuchar. Fue la única forma porque las personas siguen creyendo que “no pasa nada”. El fuego y los rayones simbolizan ese hartazgo al saber que nadie hace algo, es impotencia con el estado que no mueve un dedo. El grafitti se quitó con agua y jabón en horas. Ellas no van a regresar. Importa más hablar de “violencia” por unas chavas rayando cosas y rompiendo cosas que por las niñas y mujeres que han sido violadas, torturadas y asesinadas”.

Hasta aquí el texto y según lo que relata, podríamos concluir que la violencia como método de lucha sí sirve, porque al menos en el lugar a que hace referencia, se tomaron medidas.

Y también sucedió así con la respuesta del gobierno. La primera vez que una marcha feminista hizo destrozos en la Ciudad de México, el pasado agosto, la jefa de Gobierno dijo que era una provocación, lo que generó gran enojo: “No es provocación, es hartazgo de un sistema que no nos escucha, no nos protege y tampoco ofrece soluciones”. Sheinbaum cambió entonces por completo su estrategia, a tal punto que declaró alerta de género en la Ciudad y cuando hace unos días hubo un zafarrancho en el metro por un sujeto que se subió al vagón exclusivo de mujeres, personalmente se presentó, acompañada de la Procuradora, a atender el caso.

¿Quiere esto decir que sí funcionan los métodos violentos?

Aparentemente sí: es lo que hacen los maestros de la CNTE, los estudiantes de las normales rurales, los campesinos enojados. Y siempre reciben respuestas de las autoridades, a veces las que quieren oír o al menos propuestas para negociar. Pero les hacen caso. No así a quienes hacen sus solicitudes de manera pacífica, como las encargadas de las estancias infantiles o los padres de niños en los hospitales públicos en los que faltan medicamentos.

La lección parece simple: si nos portamos suficientemente mal seguro ganamos, porque así se ganan las batallas en México. Pero, ¿es esa la lección que queremos dejar para el futuro? ¿Es ese el modelo para salir adelante?

Escritora e investigadora en la UNAM. sarasef@prodigy.net.mx

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