Recientemente hubo una noticia que muchos veíamos posible, mas no cambió el impacto que produciría una vez materializada: la exoneración del general retirado Salvador Cienfuegos por parte de la Fiscalía General de la República (FGR). ¿Qué implicaciones nacionales e internacionales presenta este suceso?

Cienfuegos fue detenido por los delitos de lavado de dinero y venta de narcóticos en Estados Unidos de América (EUA). Llegada la noticia a México, el mandatario Andrés Manuel López Obrador no perdió la oportunidad de sentenciar narrativamente al imputado, señalando que pertenecía a administraciones pasadas y que por ello daba crédito al estado legal del exsecretario.

No obstante, unas cuantas horas fueron suficientes para rectificar su posicionamiento, ya que, a diferencia de otros organismos gubernamentales, el Ejército es transexenal, esto es, puede haber cambios en los liderazgos, pero el cuerpo sigue siendo el mismo. Por ende, si la cabeza había incurrido en los delitos señalados, era prácticamente un hecho que otros funcionarios en esferas menores también hubieran cometido felonías, al menos por complicidad.

El Ejército mexicano, una de las instituciones más respetadas en el país, se encontraba en jaque y López Obrador lo sabía. Si Cienfuegos permanecía en EUA el juicio continuaría y muy probablemente se habría encontrado su culpabilidad, dañando gravemente la imagen no sólo de los funcionarios públicos de alto nivel de México (que al menos dos de dos administraciones recientes habrían colaborado con el narcotráfico), sino también la del mismo Ejército, institución que el mandatario le ha conferido muchas más responsabilidades que fueron despojadas a los civiles y, por ende, muchos más recursos y poder en el país.

La extradición a México del general retirado se vendió como un triunfo para la soberanía nacional y el respaldo al Ejército, pero sólo una de las dos era verdadera. La FGR seguiría con la investigación entregada por las autoridades estadounidenses, pero eso no garantizaba en absoluto que Cienfuegos se toparía con la justicia en nuestro país y, de hecho, muchos mantuvimos la sospecha de que la única razón por la que fue extraditado era para que el Gobierno de México tuviera el poder de absolver los cargos. Y lamentablemente así fue.

Internacionalmente, la absolución de Cienfuegos causa un desprestigio para México porque se vio a todas luces que el gobierno, a pesar de las pruebas que había, protegió al imputado. Con lo realizado, se violó el Tratado de Asistencia Legal con EUA. Pero no sólo eso, significa una “cachetada” a las instituciones de justicia en el país de las barras y las estrellas, nuestro vecino, nuestro mayor socio comercial y el Estado más poderoso del mundo. Haberlas descalificado con el objetivo de legitimar la decisión de la FGR ha servido solamente para exponer la poca seriedad y comprensión del asunto y en cambio se vuelve un ataque a ellas.

Es cierto, la extradición se efectuó con Donald Trump en la Casa Blanca, pero en tres días Joe Biden, un hombre más institucional y apegado a la ley, jurará como presidente. ¿Cuándo volverá el gobierno estadounidense a confiar en el nuestro en temas tan delicados como la seguridad y la justicia si con los hechos, y no con la narrativa, vio que nos importa un bledo la evidencia y hacer lo correcto si eso no le conviene a nuestra autoridad?

Duele mucho que aquellos discursos de combatir la corrupción, los malos manejos del gobierno y la impunidad hayan sido sólo eso, discursos, narrativa para ganar apoyo e incentivar un desprecio al pasado. Si lo de Cienfuegos no es corrupción e impunidad, o si las adjudicaciones directas en aumento, o si lo de Pío López Obrador, Manuel Bartlett, Eréndira Sandoval, Gibrán Ramírez, etc., tampoco lo son, entonces no sé qué sea y no sé qué definición de “corrupción” e “impunidad” debemos seguir.

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