En días pasados presenté mi primera iniciativa en la Cámara de Diputados federal, pensada como una herramienta que fortalece al Sistema Nacional Anticorrupción, propongo la creación del Buró Nacional del Funcionario Público. Sin embargo, debemos entender y reconocer de una vez por todas que la corrupción no es una actividad exclusiva de los que detentan un cargo público.

En México: Anatomía de la Corrupción, María Amparo Casar define la corrupción como “…el desvío del criterio que debe orientar la conducta de un tomador de decisiones a cambio de una recompensa no prevista en la ley”. Entendamos “un tomador de decisiones” como cualquier persona sea, o no, funcionario. Partiendo de esta definición, podemos decir que todos en algún momento somos propensos a incurrir en actos de corrupción.

Resulta muy complejo contabilizar todos y cada uno de los actos de corrupción cometidos en nuestro país, Transparencia Internacional utiliza como indicador el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC), que, a través de encuestas aplicadas a ciudadanos, arroja datos interesantes en la materia.

Según Transparencia Internacional, México es percibido como el país más corrupto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). De los 19 países que integran el G20, nuestro país ocupa la posición 17 en el IPC, y, a nivel global, de un total de 168 países, nos encontramos en la posición 95. Al interior de nuestro país, Querétaro es percibido como el estado menos corrupto según el último informe de Transparencia en 2015.

Ahora bien, si de corrupción se trata, ¿cuál es papel de la ciudadanía? Anatomía de la Corrupción nos dice lo siguiente: “…para la opinión pública mexicana la culpa de la corrupción en México la tienen los políticos y los empresarios, mientras que los ciudadanos son sólo víctimas de ella. 77% piensa que sus familiares no le entran a la corrupción y 68% que sus vecinos también son inmunes a esta conducta”. La Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental realizada por el INEGI en el año 2015 arroja que tan sólo en ese año se cometieron casi 5 millones de actos de pequeña corrupción. “Si no somos nosotros, nuestros familiares y vecinos los que cometen estos actos, la pregunta es… ¿quién los comete?”.

La corrupción debe ser atacada desde la esfera pública pero también como un acto de responsabilidad ciudadana. Los niveles, tan alarmantes, de corrupción en nuestro país disminuirán en la medida en que todos asumamos la parte que nos toca. “(…)El mexicano considera que es válido comprar productos piratas o hacerse de servicios “gratis” porque beneficia su economía.” ¿No será éste el mismo razonamiento por el que el político corrupto guía su actuar? “…Sabe que la corrupción es reprobable y que provoca daños a la sociedad, pero la practica porque beneficia su economía”.

La propuesta de crear el Buró Nacional del Funcionario Público nace primordialmente del reclamo social, la intención es crear un banco de información con el historial de desempeño de todos aquellos que son y fueron funcionarios, el objetivo a largo plazo es que la consulta se convierta en un prerequisito de contratación del funcionario a través de una constancia certificada.

Dicho todo lo anterior, podemos estar seguros de que no podremos avanzar en el combate a la corrupción si no existe disposición y voluntad de todos los implicados. Por más que nos digan que a partir del 1 de diciembre la corrupción se va a acabar, el combate a la corrupción es tarea de todos y no de unos cuantos, dejemos de hacer aquello que, de antemano, sabemos que está mal pero que con la práctica constante y generalizada se ha normalizado.

Google News