El cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios pueden ser naturales, por ejemplo, a través de las variaciones del ciclo solar. Pero desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.

La quema de combustibles fósiles genera emisiones de gases de efecto invernadero que actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las temperaturas.

Algunos ejemplos de esas emisiones de gases que provocan el cambio climático son el dióxido de carbono y el metano.

Estos proceden del uso de la gasolina, del carbón, por ejemplo. El desmonte de tierras y bosques también puede liberar dióxido de carbono. Los vertederos de basura son una fuente importante de emisiones de metano. La energía, la industria, el transporte, los edificios, la agricultura y el uso del suelo se encuentran entre los principales emisores.
El cambio climático puede afectar a nuestra salud, a la capacidad de cultivar alimentos, a la vivienda, a la seguridad y al trabajo. Nos enfrentamos a un gran reto, pero ya se han planteado algunas soluciones. También se cuenta con marcos y acuerdos globales para guiar el progreso, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París. Hay tres amplias categorías de acción: reducir las emisiones, adaptarse a los impactos climáticos y financiar los ajustes necesarios.

El cambio de los sistemas energéticos de los combustibles fósiles a las energías renovables, como la solar o la eólica, reducirá las emisiones que provocan el cambio climático, pero es indispensable que las naciones ya lo hagan. Aunque cada vez más países se comprometen a alcanzar las emisiones cero para 2050, alrededor de la mitad de los recortes en las emisiones deben producirse antes de 2030 para mantener el calentamiento por debajo de 1.5°C. La producción de combustibles fósiles debe disminuir aproximadamente un 6 % anual entre 2020 y 2030.

El cambio climático no supone solo calor, sino que trae consigo una creciente inestabilidad. Las olas de calor en Europa son debidas a este fenómeno, pero las nevadas que provocó “Filomena” también fueron atribuidas a tal circunstancia.

Las sequías se encuentran entre las mayores amenazas para el desarrollo sostenible, especialmente en los países en desarrollo. Las proyecciones estiman que para 2050 las sequías afecten a más de las tres cuartas partes de la población mundial.

El número y la duración de las sequías han aumentado un 29% desde 2000 y, a día de hoy, hay más de 2300 millones de personas que sufren problemas a causa de la escasez de agua.

La próxima sequía debe empezar a gestionarse ya repensando los usos del agua, fundamentalmente en agricultura, donde se utiliza el 80% del recurso, promoviendo una transición basada en eficiencia y en acuerdos que permitan adaptar el regadío a este contexto, fundamental también es la educación en el uso racional del agua en el aspecto doméstico, comercial e industrial.

Si los Estados no incrementan sus compromisos de reducción de emisiones se superará el aumento de 1.50 de temperatura media en el planeta, algo que pretendía evitarse con el Acuerdo de París.

La aceleración de las transformaciones en el medio ambiente reclama decisiones inmediatas y firmes de los gobiernos.

La pregunta no es qué hacer, sino cómo hacerlo, dada la extraordinaria complejidad que entraña cada decisión. Vencer viejas inercias parece condición necesaria para acelerar el proceso. El principal desafío de la crisis climática es que los tomadores de decisiones en cada país cuenten con habilidad política para articular la transición necesaria.

Exlegislador federal y local.
@Chucho_RH

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