En este momento, Señor Presidente, hay miles de mujeres mexicanas que tienen más miedo de su propia pareja que de cualquier virus.

El confinamiento no ha “creado” hombres abusivos, pero nada les había puesto las cosas tan fáciles como estar aislados con sus víctimas. Eso es lo peligroso del encierro.

Por favor, Señor Presidente, no dé más excusas a los hombres que dominan a sus familias con golpes y terror. Pretextos, les sobran: drogas, alcohol, aislamiento, “ella me provocó”. Siempre encuentran la manera de explicar su cobardía.

Imagine lo que es vivir día a día pendiente de adivinar si el buen humor de su pareja durará unos días, unas horas o tan sólo unos minutos, aterrada de que en cualquier momento algo desencadene su furia. Imagine tener que acatar reglas que rigen cada instante de su vida, desde el largo del cabello hasta el largo de la falda. Si ella trabaja, él decide cómo y en qué, con quién hablar, qué estudiar. Significa obedecer porque de ello depende su vida.

Esa, Señor Presidente, es la realidad de un número aterrador de mujeres de México.

Tal vez usted piense que quienes acompañamos a las víctimas exageramos. Total, esas mujeres han vivido violencia por años. Es cierto, pero el abuso ha escalado y ellas tienen menos formas de denunciarlo y de buscar ayuda. Los números de los que hablamos cuando hablamos de la violencia en los hogares mexicanos, son miles de mujeres, niñas y niños reales, son ancianas y personas con discapacidad. Por favor dése cuenta de ello.

Desde que inició el encierro, las llamadas al 911 han aumentado. Los refugios están casi llenos. Las policías y los Ministerios Públicos sólo actúan si reciben denuncias, pero muchas fiscalías y centros de justicia para mujeres están trabajando sin personal y recursos suficientes. Eso no lo digo yo, lo dicen las cifras que informa su gobierno.

En la medida en que las llamadas al 911 y a los refugios se han disparado, también ha aumentado el número de mujeres asesinadas. Es escalofriante ver, Señor Presidente, cómo el número de víctimas de feminicidio sigue creciendo. En el primer mes del distanciamiento social, más mexicanas fueron asesinadas a tiros, apuñaladas, golpeadas, estranguladas o quemadas que en meses anteriores.

Sabemos que su Gobierno ha lanzado algunas campañas, sabemos que legisladoras de todos los partidos le están pidiendo un plan urgente y que la Segob ha prometido acciones pero, ¿y los fondos para implementarlas?, ¿y por qué su discurso que dice lo contrario?

Por favor entienda. Ni antes de la llegada de COVID-19, ni ahora, los hogares mexicanos han sido seguros para millones de mujeres. No somos una cultura fraterna con nuestras familias. Somos una sociedad que oculta lo que ocurre porque la “ropa sucia se lava en casa”.

Ya mostramos lo que somos capaces de hacer contra un virus. Quizás, Señor Presidente, combatir la violencia familiar debería ser nuestro siguiente reto. Eso sí sería una verdadera transformación de México.

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