Qué bien caen los puentes vacacionales cuando llega el momento de disfrutarlos, el cuerpo, pero sobre todo la mente, lo agradecen, también quizá, al ser oficiales y anunciados al empezar el año, se facilite la planeación familiar y del dinero para salir a vacacionar, sin embargo hay una propuesta presidencial para eliminarlos, lo que, dicen, podría afectar la derrama turística con la potencial eliminación de tres fines de semanas largos, sin que al momento nadie haya propuesto alguna alternativa, no sólo para que no se pierdan estos fines de semana largos sino que incluso se incrementen. No todo es blanco y negro pero pareciera que ahí se ha concentrado el debate una vez más.

Los mexicanos gozamos de pocos días de descanso laborales, pero por alguna razón nos hemos hecho alguna fama de flojos, que al menos en relación con las horas laboradas promedio nada indica que lo seamos. México es, de acuerdo con algunas estadísticas, el país con menos días festivos que ameritan asueto, incluso con respecto a los periodos vacacionales somos de los que menos disfrutamos de días de descanso. Trabajadores somos, pero no necesariamente productivos ni eficientes en esas horas laboradas, indicadores en los que debemos empeñarnos en ser más competitivos y quizá, por qué no, empezar a tener más horas o días de descanso. El que produce más en menos tiempo también puede descansar más en ciertas economías.

Es evidente que el planteamiento presidencial a eliminar los puentes no está dirigido en sí mismo a acabar con los días de descanso de los mexicanos, aunque en principio algunos pudieran verlo de esa manera, sino que su fondo tiene que ver con conservar valores cívicos, institucionales e históricos que esos días festivos conmemoran. Es muy cierto que muchas personas, particularmente los jóvenes y menores de edad, sólo saben que viene puente, pero no la razón histórica que dio origen a este. Sin duda hubo una distorsión entre la conmemoración y los puentes, aunque a estos últimos les encontraron un argumento positivo, la derrama económica.

Los días conmemorativos combinados con el asueto tienen sus historias, recordaré algunas. Por muchos años el informe presidencial fue día obligado de descanso laboral, con la idea de que los mexicanos debíamos verlo, lo que sin duda debía ser una buena práctica cívico-política de los mexicanos, pero los maratónicos discursos, algunos de hasta 6 horas, hicieron insoportable estar atentos, aún queriendo.

También tuvimos episodios muy lamentables como aquellos del presidente Vicente Fox, quien en su sexenio abandonó la tradición de conmemorar el 5 de febrero en el Teatro de la República de la Ciudad de Querétaro, cuna de la Constitución que había jurado cumplir y hacer cumplir. Todos festejaban el asueto, pero ni el presidente conmemoraba el día con el protocolo y la tradición que nos debería orgullecer como mexicanos.

Si se retoma la práctica que el día no laboral sea el mismo que el de la efeméride habría sin duda otras opciones para no perder fines de semana largos. Una es el aprovechamiento de la tecnología, trámites online y otras prácticas, para que se acorten las semanas laborales, si no todas algunas, en sector público o privado, de acuerdo con la empresa o el gobierno respectivo. Así sucede ya en algunos países donde además encuentran en esta práctica ahorros en energía y disminución de tráfico. Sin tanto drama, así como copiamos poner en lunes los descansos conmemorativos de ciertas efemérides, podemos tomar otras prácticas que tienen iguales o más beneficios para las ciudades, sus trabajadores, sus finanzas y su medio ambiente. Cuestión de hacer políticas públicas, de pensar cómo replantear las cosas para no desvirtuar nuestra historia convirtiéndola en meros puentes vacacionales, mientras que se valoran opciones en materia de turismo, política laboral y educación que sean positivas para el país, la derrama económica y por supuesto el bien merecido descanso.

Abogado y maestro en políticas públicas

@AMaximilianoGP

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