Aunque leía su revista con pasión, no fui buen lector de su periódico (como sí lo fue mi amigo de generación Vicente López Portillo T.), y no supe de él hasta que leí su libro sobre los presidentes mientras cruzaba el Atlántico en barco (12 días), primero de ida y luego de vuelta (1986-87). Fue para mí un aprendizaje político, humano y literario trascendente, fuera de la academia, a mar abierto. Su prosa punzocortante, el bisturí de la palabra, la mirada del pajarraco de presa, el saber político, el dato duro, ponerse de cuerpo entero, su espíritu lapidario no exento de la pasión contraria.

He leído, subrayado y releído ese libro infinidad de veces, tal vez el mejor de él junto con Estos años (sobre Salinas, 1995), La terca memoria (2007, despiadado hacia todos lados, incluyendo él mismo) y Vivir (2012, tierno y generoso, mostrando sus debilidades y caídas).
Ah, la mirada implacable sobre Los presidentes (1986) y el poder:
—Sin amor por las palabras, ensuciaban el lenguaje.
—El periodismo ha de ser exacto, como el bisturí.
—La obsesión es un círculo, la voluntad es una línea recta.
Sus citas y referencias de Octavio Paz son oro molido, especialmente la comida en casa de Daniel Cosío Villegas con el presidente Luis Echeverría, Mario Moya Palencia, José López Portillo, Porfirio Muñoz Ledo, Víctor Urquidi, Mario Ojeda, Luis González 
y Paz, hablando sobre las diferencias entre el político y el intelectual, mandar y pensar.
—No te acerques demasiado al fuego del poder, que no es fuego que purifique —decía Octavio a don Julio.  
¿Al poeta lo quemó el fuego de Salinas y el brillo de uno o dos magnates?
***

Scherer 2 

Pajarraco de presa. Ensimismado en sus obsesiones. Cargado de vida, dolor, agravios, verdades, fuego. Cruzado del periodismo. Con el bisturí de la palabra en el ojo y la mano. Seguramente era seductor y complaciente y a la vez daba miedo. Bienvenido y temido, al mismo tiempo, las tres cosas (no es error).
Apenas lo vi algunas veces a la distancia. Nunca me atreví a saludarlo. Me bastaba leerlo. No quería más. 
Y sin embargo una vez recibí una llamada por teléfono directa de él al teléfono.

—No voy a publicar su texto.
—¿Por qué?
—No lo voy a publicar.
—¿Es malo?
—No lo voy a publicar.
—¿Dígame algo más?
—No lo voy a publicar.

Ya vivía en Querétaro y tengo un amigo presencial de la llamada, Javier Ledesma, quien no entendió nada. Era una nota sobre su libro del tiempo de Salinas y que termina con la conversación y el asesinato de Colosio,  Estos años (1995), que por cierto lo perdí porque luego se lo presté a ILV y nunca me lo regresó. He olvidado qué decía en ese texto de mi primera lectura del libro.
Creo que Scherer quería y leía con más placer a Gabriel García Márquez, su amigo entrañable, y no obstante su relación tensa y espinosa con Octavio Paz fue más fructífera para sus lectores.

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