De acuerdo a los datos preliminares, julio de 2019 fue el mes más caliente de la historia. Si se confirma la información divulgada por el Servicio Copernicus sobre Cambio Climático o C3S, ningún mes de ningún año desde 1880 —cuando se empezó a medir la temperatura de la tierra— habría sido tan caluroso como el que acaba de pasar.

Muertes alrededor del mundo causadas por las altas temperaturas, el incendio de 3 millones de hectáreas en Siberia (Rusia) o el impresionante deshielo que está sufriendo Groenlandia, son algunos de los gravísimos estragos causados por la canícula de este año. Una muestra más de que el principal reto que enfrenta la humanidad es salvar el planeta.

Este reto se ha convertido en una alarma sin precedentes, a la que los líderes de todas las latitudes —con notables excepciones, como la del presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump— se han comprometido a atender. Por ello, en diciembre de 2015 se llevó a cabo en París (Francia) la Vigésima Primera Conferencia Internacional sobre Cambio Climático.

En dicha conferencia, 195 países, entre ellos México, firmaron el primer instrumento vinculante a nivel mundial para combatir el cambio climático y reducir los gases de efecto invernadero. Entre otras puntos, el llamado Acuerdo de París, reconoce la importancia de las ciudades en esta lucha, y las invita a ser un factor determinante en la elaboración y ejecución de políticas medioambientales. No sólo los países o los grandes bloques pueden y deben actuar: para ser efectiva, la actuación necesariamente debe partir de todos.

Fue así, que el municipio de Querétaro decidió sumarse a la lucha emprendida en París, y en la administración que tuve el honor de dirigir se sentaron las bases de una política medioambiental sin precedentes. Sobra decir que lo hecho en Querétaro y lo que hoy se ha retomado en Querétaro —a nivel de municipios y estatal— no tiene eco en la federación: el gobierno del presidente

Andrés Manuel López Obrador ha decidido dejar en segundo término el cuidado del planeta, en aras de ejecutar proyectos altamente dañinos para el medio ambiente: Dos Bocas, el Tren Maya, entre otros.

La premisa sobre la que se basó el programa de mi gobierno fue simple: compartimos con la humanidad un solo planeta, por lo tanto, las acciones que hagamos o dejemos de hacer como ciudad tienen un impacto directo en el futuro de todos. No solamente porque están en peligro otros lugares del mundo: porque estamos en peligro aquí, en Querétaro.

De acuerdo al Programa Estatal de Acción ante el Cambio Climático, en 20 años la ciudad de Querétaro pasará a tener un nivel de riesgo alto de inundaciones, con 36% de área municipal en riesgo. Y en la proyección a 50 años pasará a tener un nivel de riesgo muy alto, con 50% de área municipal en riesgo. En pocas palabras, nos enfrentamos a una situación crítica si no actuamos hoy.

Fue bajo esta perspectiva, que como alcalde y apoyado por un excelente equipo, decidimos tomar cartas en el asunto. De una forma transversal, actuamos en todos los frentes para prevenir y mitigar los efectos del cambio climático en el municipio.

En materia de movilidad: apostamos por medios de transporte más limpios y sanos como la bicicleta, con el sistema QroBici a la cabeza, con un transporte escolar gratuito. En alumbrado público: ahorramos recursos y energía mediante el cambio de luminarias de vapor de sodio por luminarias con tecnología LED. En materia de reforestación: creamos 20 pulmones urbanos y reforestamos con un millón de árboles la zona rural. En materia de residuos: construimos la planta de separación de residuos sólidos más moderna de Latinoamérica.

Ahora que vivimos el mes más caliente de la historia, se reafirma mi convicción de que actuamos con responsabilidad. Las ciudades pueden y deben construir una agenda medioambiental capaz de generar esperanza. Debemos insistir con vehemencia en el desarrollo sostenible. El tiempo para salvar el planeta se acaba, las advertencias son cada vez más evidentes. Es ahora o nunca.

Google News