En medio de tanta maraña política y económica, y noticias que preocupan o que señalan dificultades hacia delante, es útil salirse de las ramas del árbol para mirar el bosque. Sentarse un momento a reflexionar ayuda a ver posibles salidas verdaderas y a no hundirse en el pesimismo. Hay mil problemas, pero también hay caminos de solución. No son de corto plazo, pero son alcanzables y verdaderamente transformadores.

Una buena parte de la problemática que enfrentamos es la necesidad de construir una sociedad incluyente, justa y próspera. Las cifras de pobreza (más de 50 millones de compatriotas), de la poquísima movilidad social que existe (7 de cada 10 personas que nacen pobres siguen pobres una generación después), de la polarización de la sociedad y de la economía (40% de la fuerza laboral produce el 75% del PIB), así como el lento crecimiento económico que data ya de más de tres decenios, no dejan lugar a duda. El lento crecimiento ha implicado menores oportunidades y prácticamente mantener constante la pobreza, no obstante los esfuerzos realizados en los últimos 20 años. Esos programas han sido innovadores e incluso emulados alrededor del mundo, pero no han logrado, ni lograrán por sí mismos, erradicar la pobreza. La política pública tampoco ha sido una herramienta efectiva para mejorar la igualdad en el ingreso, a diferencia de otros países. Su falta de coherencia impide su efectividad. La expansión de los sistemas de salud y educación, la cual ha sido importante durante los últimos 15 años, tampoco ha logrado aumentar la productividad laboral ni los ingresos de la población. La reciente reforma educativa es un paso que rendirá frutos sólo en el mediano plazo. Sin embargo, la resistencia de los sindicatos de maestros en Chiapas, Oaxaca y Guerrero ha impedido su implementación, lo cual agravará la distancia ya amplia entre dichos estados y el resto del país. En salud, la inversión continua del último decenio y el cambio a medicinas genéricas han impactado en el costo de la salud para millones de familias. Después de muchos años, finalmente el porcentaje de “gasto de bolsillo” en salud (gasto privado) disminuyó del 49% al 43% del gasto total en salud durante los últimos tres años. Son buenas noticias, pero se necesitan muchas más.

Para enfrentar esta enorme problemática, en el CEEY creemos en la implementación de un Sistema Universal de Protección Social financiado por impuestos generales, y el impulso a la formalización y a generar condiciones para elevar la productividad. Así se fijaría un piso mínimo para todos y reduciría la inequidad y la pobreza. Reduciría también la vulnerabilidad de una amplia parte de la población y evitaría que se perpetuara la pobreza a las siguientes generaciones. Así, en el mediano plazo impulsará la movilidad social. Para que tal sistema funcione, resulta indispensable implementar políticas coherentes para llevar a la formalización de individuos y empresas, con el menor impacto posible al mercado laboral. Algunos programas gubernamentales se enfocan a reducir la informalidad; los que han dado resultados positivos hasta ahora habrán de probar su longevidad. Se requiere, sin embargo, una política más amplia, consistente y explícita para expandir la base impositiva de manera efectiva. Sólo el 40% de la fuerza laboral paga impuestos al ingreso, mientras que el 90% de las firmas, la mayor parte muy pequeñas, no incorporan a sus trabajadores al IMSS. Este arreglo debe cambiar. Para ello se requiere una transformación a la hacienda pública que sustente el esfuerzo a largo plazo, así como transformaciones a los sistemas educativos, de salud y de pensiones. Se debe gastar mucho mejor y abaratar la economía formal.

Pero para que el sistema funcione se requiere una economía fuerte. Claramente, el estimular un ambiente de negocios, basado en un Estado de derecho confiable y firme, sin corrupción ni conflictos de interés, constituye un instrumental para promover la movilidad social y el bienestar en el largo plazo. Esto sólo será posible si la inversión pública y privada aumenta en monto y calidad, si la innovación y la productividad mejoran, dentro de una economía más competitiva. Lo anterior es conditio sine qua non para que el ingreso familiar y los ahorros mejoren de manera permanente. Sólo así se logrará una sociedad más inclusiva, más justa y más próspera.

Centro de Estudios Espinosa Yglesias.

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