No sé si sea la gran obra de arte que por su belleza marque un antes y un después en el cine mexicano pero esta mirada sobre la película Roma, que está de moda, no va en el sentido cinematográfico, puesto que no soy experto, no tendría todos los elementos para calificarla, sino quiero abordar otros aspectos como el de la mercadotecnia y la ruptura de paradigmas en la distribución de contenidos culturales.

Roma es innovadora en el mercado mexicano por la campaña de marketing que viene desde la rebeldía del propio director porque las grandes cadenas se negaron a exhibirla en sus salas. Y las redes sociales estallaron. Y allí viene el primer gran golpe mediático. La campaña para que fuera exhibida, pese a que el director la había producido para Netflix y estaría disponible en menos de un mes para todo suscriptor.

Aunque, para quien esto escribe, todo fue un fiasco porque en San Juan del Río la empresa CineBox, que se había comprometido a proyectarla, canceló dos funciones consecutivas y no hubo oportunidad de verla en el cine.

Ojalá y todas las películas mexicanas tuvieran esa carga de promoción para incentivar al cine nacional, ¿cuántas películas mueren a la primera semana de exhibición por falta de público? Muchos no saben de grandes películas mexicanas que se exhiben en salas vacías. Roma ha dado toda una lección de cómo se promueve una película, desde su bien seleccionado soundtrack, hasta llegar al extremo de que se venden mapas de la nostalgia que muestra dónde se desarrollaron las acciones de la película. Lejos de criticar eso, me parece excelente.

El otro aspecto es el de la ruptura del modelo de negocios del entretenimiento donde Cuarón quedó atrapado y supo sacarle provecho y es donde Roma queda, al menos, como ejemplo paradigmático, similar a cuando Radiohead rompió con las disqueras tradicionales y colgó en la red su disco In Rainbows, el cual podías descargar pagando lo que quisieras, incluso gratis. Eso marcó un antes y después en la negociación de los artistas con las multinacionales.

¿En la era de la inmediatez a través del internet es válido tener que esperar tres meses entre la proyección en las salas de cine y las cadenas de streaming? ¿Es lo mismo ver una película en el cine que la sala de tu casa? Ambas preguntas ya fueron resultas en diferentes momentos. El primero fue con la aparición de la televisión y la proyección de películas. Como las grandes cadenas de cine también lo eran de sus propias emisoras de TV, lo superaron retrasando hasta por años los estrenos de las películas en la mal llamada “caja idiota”. La segunda fue con la aparición de las videocaseteras que provocó una histeria en Hollywood pero que supo superar el atolladero ofreciendo mejores salas y una mejor experiencia en el cine.

Hoy ambas propuestas parecen superadas porque Netflix no sólo es distribuidor sino también productor, lo cual le genera un conflicto a las productoras que, poco a poco, han ido sacando sus contenidos de Netflix para llevárselos a sus propias compañías de streaming.

¿Y los consumidores de productos culturales? ¿Nos veremos beneficiados con una mayor y mejor oferta de contenidos? Por cierto, durante el oleaje de tweets sobre Roma, poco se comentó sobre el fallido intento de desaparecer FilmIn Latino, compañía de streaming donde están disponibles muchas de las grandes películas clásicas mexicanas. Pero aprovechando este debate, esa debería ser una de las opciones que se deben de fortalecer.

Para cerrar mi breve opinión sobre la película: me gustó, es una buena película, con una magnífica fotografía y sonido (cosa rara en producciones mexicanas) con una historia bien narrada… y ya.

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