El desempeño económico durante los dos primeros años de esta administración ha sido relativamente malo. El crecimiento acumulado del PIB en este primer bienio será de apenas 3.5% (1.4% en 2013 y 2.1% en 2014). Este crecimiento es inferior a lo que se esperaba en uno sólo de estos años y es incluso inferior a lo que habíamos crecido en años anteriores. Las promesas de crecimiento que se hicieron durante la campaña y durante las reformas simplemente no se han materializado.

Aunque la versión oficial ha sugerido que la explicación de este mal desempeño económico reside en el exterior, esto no es del todo correcto. De hecho, 2014 será el segundo año consecutivo en el que Estados Unidos habrá crecido a una tasa superior a la de México. Tomando en consideración los distintos niveles de desarrollo y las distintas dinámicas demográficas, uno esperaría que ocurriera exactamente lo contrario. Las razones de nuestro magro desempeño económico son, por lo tanto, fundamentalmente internas.

Los factores detrás de este desempeño económico son más o menos conocidos. En 2013, un mal ejercicio del gasto público, combinado con una importante apreciación del tipo de cambio y una desastrosa política pública relacionada con el sector de la construcción, condujeron a una franca desaceleración de la actividad económica. Por su parte, en 2014 se combinaron varios efectos que condujeron a reducciones significativas en varios rubros del gasto privado (reforma fiscal, incertidumbre sobre la implementación de las reformas, inseguridad, etc.) con un muy mal ejercicio de los recursos fiscales captados por el gobierno. Sobre esto vale la pena detenerse un momento.

En 2014 se suponía que el principal motor de la economía sería el gasto público, el cual crecería en más de 9% en términos reales. En 2014 el gasto público se ejerció a cabalidad y, al menos aparentemente, en tiempo y forma. A pesar de ello, el impacto de dicho gasto en la actividad económica dejó mucho que desear. No hubo el efecto multiplicador que el gobierno y algunos analistas anticipaban. Esto se debió fundamentalmente a un factor al que cada vez será necesario poner mayor atención: la calidad del gasto público. El gasto público no es mágico ni genera crecimiento por sí mismo. Apostarle a mayor gasto público sin poner atención al destino de dicho gasto es estéril. Las adjudicaciones con precios inflados, las obras superfluas o los Guerreros Chimali que suelen prevalecer en el gasto de ciertas entidades no generan los efectos de derrame productivo o de inversión adicional deseables. En ese sentido, el combate a la corrupción, la mayor eficiencia y la transparencia en su ejercicio pueden contribuir a hacer del gasto público un elemento importante de política pública en el futuro. Mientras esto no ocurra, es posible que el gasto público en México siga siendo altamente improductivo.

Las perspectivas económicas para 2015 están llenas de claroscuros. Por un lado, es posible que Estados Unidos crezca un poco más que en los dos años anteriores, lo que aumentaría la demanda por nuestros productos de exportación. El ajuste que se dio en el tipo de cambio a finales de 2014 también puede ayudar un poco en esta dirección. Por el otro, la caía del precio del petróleo tendrá un efecto negativo importante en las expectativas de inversión en el sector energético y, al menos parcialmente, en el monto de los ingresos públicos (a pesar de las coberturas), lo que podría dar lugar a un ajuste en el gasto público en la segunda parte del año. Como el ingreso per cápita se ha mantenido básicamente constante en los dos años previos, no se puede esperar una reactivación que provenga del lado del consumo. La única alternativa para crecer más sería entonces una posible reactivación de la inversión. Sin embargo, para que ello ocurra es necesario que los empresarios confíen en el programa de gobierno. Desafortunadamente, los temas de corrupción, de vacilación en la adjudicación de licitaciones y los conflictos de interés que se hicieron evidentes a fines de 2014 no contribuirán a este propósito. Por lo tanto, lo más probable es que 2015 sea algo mejor que 2013 y 2014, pero igual de mediocre que en las últimas tres décadas.

Economista.

@esquivelgerardo gesquive@colmex.mx

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