l artista Restituto Rodríguez vino al mundo el 5 de julio de 1931, un domingo al mediodía, en una casona de San Juan del Río.
Su padre, Restituto Rodríguez Hoyos, había llegado a Veracruz en 1901, procedente de Santander, España. Dice el pintor: “Yo conocí la casa en que mi padre vivió de niño, y no me explico cómo cabían todos en un espacio tan reducido. Vivían en la segunda planta, porque el piso inferior era para los animales. Tenían muy pocos recursos, pasaban frío. A mi padre, América le dio prosperidad”. La madre del pintor, Concepción Camacho, era sanjuanense.

La vida nos ha dado a mi marido y a mí la oportunidad de conocerlo y el privilegio de su amistad. Una relación de treinta años nos ha permitido montar exposiciones en diversos espacios culturales y compartir muchos momentos con su familia y la mía. Mis hijos lo han entrevistado para realizar cortos documentales. Sus pinturas viven en los muros de mi casa.

En su juventud, estudió Contabilidad en Querétaro. “Yo tenía una disyuntiva muy fuerte: me gustaba mucho escribir. Me fascinaba el teatro y quería ser dramaturgo. Pero me sentía muy feliz en la pintura. Mientras escribía no pintaba, y viceversa. Hasta que tuve que elegir, para dedicarme a un oficio por completo. Pero siempre he vuelto a la poesía, al verso libre, que es mi lenguaje”.

Durante treinta años, laboró en dependencias de gobierno, federal y municipal. Fue oficial del Registro Civil, fundador de la Casa de la Cultura y tesorero del Ayuntamiento.

De joven, fue actor y productor de teatro, dramaturgo y poeta. Voraz lector, amante del cine y de la música, ha seguido sus impulsos y los ha convertido en un lenguaje pictórico que lleva un mensaje fascinante. Es creador de imágenes que expresan su dolor por el mundo, derivado de los conflictos del hombre contra el hombre. De sus telas brotan mujeres, animales fantásticos, pisos como tableros de ajedrez, bosques que penetran en espacios cerrados, hombres taciturnos, imágenes absurdas, reflejos de la realidad con toda su compleja iconografía.

Su esposa fue la maestra Berenice de la Vega. El matrimonio tuvo tres hijos: Resti, Álvaro y Diego, quienes han formado sus propias familias.

Berenice murió en el año 2001. Con el corazón embargado por la pena, Restituto Rodríguez se dedicó a pintar hasta recuperar el aliento. La tela de cada pintura se ha vuelto su cómplice, terapia y fortaleza. El maestro transforma sus sentimientos en color y ritmo. Ha pasado de una paleta a otra. De su pincel han brotado personajes con mensajes cargados de significado.

A partir de su jubilación en 1989, se ha dedicado por completo al arte. Definió su técnica. Su aportación al surrealismo será cada vez más apreciada a medida que pasen los años.

Dirige un taller de pintores. Con un profundo respeto por el proceso creativo de cada uno, logra un ambiente estimulante para sus alumnos: en el aire flota la música de viejos boleros mientras cada artista se concentra en su propia obra. Las tardes se acompañan con un caballito de tequila, ricas comidas, charlas interesantes, críticas, consejos y opiniones claras.

Un jardín de niños federal lleva su nombre. El 24 de junio de 2014, en sesión solemne de Cabildo, los regidores del Municipio de San Juan del Río otorgaron a Restituto Rodríguez el título de ciudadano distinguido, por los méritos de toda una vida.
Una vida feliz.

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