El trabajo del Poder Legislativo forma parte sustancial de los mecanismos de pesos y contrapesos que caracterizan a los regímenes democráticos. En México nuestra transición democrática ha permitido superar el presidencialismo para dar paso a una plena división de poderes. A partir de entonces, el Legislativo ha jugado un papel protagónico e independiente en el desarrollo del país.

Hoy, las Cámaras concentran, además del interés nacional, un legítimo interés de cientos, tal vez miles, de empresarios, organizaciones, agrupaciones, gobiernos locales, entre otros, que dan seguimiento al trabajo de diputados y senadores a fin de determinar si hay coincidencias entre las decisiones legislativas y sus propios objetivos e intereses, como sucede en cualquier democracia.

Quienes tienen la encomienda de seguir el trabajo del Legislativo desde la óptica del sector privado son conocidos como cabilderos. En cada sesión, discusión del presupuesto y modificación legal, los cabilderos revisan, analizan y buscan promover o contener cambios, nuevas leyes o derogar alguna reglamentación. Ante este panorama, resulta necesario identificar a los cabilderos y regular su actividad, a fin de que no existan dudas sobre la prevalencia del interés público sobre otro.

Cada vez son más las naciones que se suman al esfuerzo de regular la relación que guardan el Congreso y los cabilderos. En 1993 la Unión Europea estableció las normas para el registro de consultores y asesores públicos. En Estados Unidos se aprobó, en 1995, la Ley de Divulgación de Actividades de Cabilideo (Lobbying Disclosure Act).

El cabildeo es una labor legítima que responde a un interés particular y, por lo tanto, todos los ciudadanos tienen el derecho de conocer quiénes y bajo qué intereses lo practican. En el Congreso, en general, diputados y senadores hemos presentado más de 20 propuestas para dar certidumbre al desarrollo de esta actividad. En 2008 presenté una iniciativa de ley para regular el cabildeo, la cual fue turnada a comisiones, pero desafortunadamente quedó pendiente.

Hace unas semanas se aprobó el registro de los cabilderos en la Cámara de Diputados. México debe apostar a la rendición de cuentas efectiva, tanto en el interior de los Poderes de la Unión como en todos los niveles de gobierno. Al tener un registro de cabilderos se abona al trabajo que ya realizan y a la labor de los propios legisladores, quienes pueden, de manera abierta, sostener acercamientos con ellos sin una doble agenda.

Con este registro, los 268 cabilderos —personas físicas o morales— tendrán la posibilidad de continuar con sus actividades y todos tendremos claro quiénes son y qué objetivos persiguen. Además de contar con un registro público de cabilderos, el acuerdo también establece que quien pretenda realizar actividades de cabildeo deberá identificarse, portar el gafete correspondiente, dar a conocer su nombre o a la persona moral que representa y exponer de manera clara lo que motiva su actividad en el Congreso.

A partir de estas nuevas reglas sobre el cabildeo daremos mayor certeza de que el Congreso trabaja abiertamente en su principal encomienda: buscar siempre el bien común, el interés y el bienestar de México.

Diputado federal por el PAN

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