En una gira reciente, Andrés Manuel López Obrador, el (pre)candidato presidencial de Morena y sus aliados, afirmó que el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) ha investigado a sus hijos. Anunció asimismo que, por tal motivo y para que “se acabe el espionaje a opositores”, el Cisen desaparecerá si llega a la Presidencia.

No sé si lo primero sea cierto. Hay muchas formas de espiar a rivales y opositores que no pasan por el Cisen.

Lo segundo es más serio y, como en otros temas vinculados a la seguridad, parece una decisión más bien apresurada del candidato de Morena. Si el siguiente gobierno decide cerrar el Cisen, se vería obligado a crear otra institución con características similares, de manera casi simultánea ¿Por qué? Consideren los siguientes asuntos:

1. Pase lo que pase en las elecciones, el próximo gobierno va a enfrentar a grupos guerrilleros. Pequeños, sin duda. Con capacidades limitadas. Sin mucha vocación de poder. Pero existen y, en circunstancias específicas, pueden dar golpes duros (los atentados del EPR contra ductos de gas en 2007, por ejemplo). Este es un tema que rebasa el ámbito policial y no puede circunscribirse al terreno militar. Aun si, por ejemplo, López Obrador quisiese entrar a un proceso de paz con esos grupos armados, necesitaría un aparato de inteligencia civil para entender sus alcances y motivaciones.

2. Existe una amenaza terrorista permanente en el país. Puede ser interna o provenir de fuera. Es tal vez remota, pero no inexistente. Y las consecuencias potenciales de un acto terrorista podrían ser catastróficas. Es necesario por tanto dedicar recursos a mitigar ese riesgo. Inteligencia, entre otras cosas.

3. Con casi total certeza, hay servicios de inteligencia extranjeros operando en territorio mexicano. De nuestros vecinos del norte, en primer lugar, pero también de otras nacionalidades. ¿No querría un presidente López Obrador monitorear y neutralizar esa actividad, considerando además que su gobierno sería blanco potencial de esas agencias? Si eso quisiera, sería necesario que una dependencia del gobierno realizara labores de contrainteligencia.

4. En sentido contrario, es probable que algunos servicios de inteligencia extranjeros quisiesen compartir información con el gobierno mexicano. Pero eso sucede entre organismos pares, no por canales diplomáticos normales. Si no hay Cisen, ¿quién sería la contraparte mexicana?

Nada de lo anterior significa que el Cisen deba subsistir sin cambios. Hay sin duda muchos asuntos a revisar. Su marco jurídico, en particular la Ley de Seguridad Nacional, es obsoleto en muchos sentidos. El mandato del Cisen está mal especificado y se presta a excesos. Los mecanismos de supervisión legislativa, en particular la llamada Comisión Bicameral de Seguridad Nacional, son muy débiles.

Todo eso es cierto, como es cierto que ha habido abusos en diversos momentos y por diversas razones. Pero hay un hecho incontrovertible que bien harían en considerar tanto López Obrador como los otros candidatos y aspirantes: no hay un solo país democrático en el mundo que no cuente con agencias de inteligencia civil que usen métodos encubiertos de recolección de información.

Eso sucede porque el mundo es peligroso. Porque hay amenazas a la seguridad e integridad de los ciudadanos que no se pueden mitigar sin acceso a información que no está en la esfera pública. Así de fácil.

Entonces tal vez López Obrador no quiera al Cisen. Pero, si gana la Presidencia, va a querer y tener algo como el Cisen. De eso pueden estar seguros.

Nota: en la administración federal anterior fui funcionario del Cisen y me siento orgulloso de haber formado parte de sus filas.

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