Titular esta columna así, con una aparente contradicción, no significa que quien la escribe se encuentre perdido en medio de los conceptos de la teoría de la relatividad de Albert Einstein, sino que es persistente y muy curiosa la percepción que tengo sobre la impresionante velocidad con que hoy transcurren los plazos, los eventos y los acontecimientos que cada vez intentan despertar de nuevo nuestra capacidad de asombro. Cada día es más recurrente comentar sobre la forma veloz en que el tiempo transcurre y, como los días, semanas y meses se nos escapan en medio del entorno que caracteriza a las ciudades tan dinámicas como la nuestra.

Sin embargo, quiero compartir que el  hablar del pasado, presente y futuro entrelazados, no resulta tan fuera de razón. Aprendí de pequeño que salir y observar las estrellas, es una manera de mirar el pasado en el presente, gracias a que las imágenes de ellas que nuestros ojos captan en el día de hoy, corresponden a la luz que emitieron justamente hace tanto tiempo, como años luz de distancia tienen con nuestro planeta. Se antoja estremecedor y verdaderamente emocionante el comprenderlo. Ahí está el pasado, tan a la mano, como mirar un cielo estrellado cualquier noche clara.

Por otro lado, imagino que intentar recordar el futuro, es una manera de pretender adivinar cómo serán las nuevas condiciones de convivencia, desarrollo, crecimiento, educación, formación, valores, etcétera, de una sociedad donde hoy día, prevalecen y crecen los riesgos de un mayor individualismo acompañado de indolencia ante los demás. Dicen los especialistas que este fenómeno social del individualismo surge en la década de los ochenta cuando tanto mujeres como hombres compiten en campos laborales y sociales, con mediciones de valor y éxito solo en la medida de tener y obtener logros materiales personales, dejando atrás y restando importancia al compromiso de reconocerse parte de una comunidad.

La globalización y la tecnología en la comunicación, nos tiran en la cara un balde de novedades y modas reflejadas en una impresionante cantidad de cosas buenas y malas que las nuevas generaciones hacen suyas, pareciera por estricto contagio y, sin darnos cuenta, somos presa fácil de esta enfermedad que nos acerca demasiado a lo muy lejano y nos aleja irremediablemente de lo muy cercano. Lo importante es darnos cuenta que ello nos va modificando, no solo el entorno familiar inmediato, sino en el de la sociedad en su conjunto, abriendo pequeños huecos que son cubiertos por procesos de descomposición donde se cultivan la violencia, el hartazgo, la intolerancia y la marginación, entre otros males sociales que hoy aquejan a las sociedades modernas.

Surgen también en las décadas recientes, en una visión más positiva, un cúmulo de voces que claman por la protección, conservación y cuidado del medio ambiente y reconocen que el planeta sufre cambios importantes, reflejados en el impacto que el calentamiento global provoca. Lo hacen también en favor de combatir la cada vez más amplia brecha entre la opulencia y la indigencia. Somos y nos reconocemos entonces ciudadanos del mundo, pero nos corresponde en primer término cuidar y mejorar nuestro entorno inmediato, nuestro hogar y nuestra ciudad que habitamos.

Hablar hoy, de los recuerdos del futuro en Querétaro, es hablar de establecer las bases y condiciones de lo que nuestra ciudad será en décadas que se pasan rápido, como tan rápido se pueden perder las condiciones positivas de las que todavía nos sentimos orgullosos en nuestra entidad. Debe haber mayor conciencia en la sociedad en su conjunto para enfrentar los retos que son de toda ella y no solo de autoridades o grupos determinados. Me preocupa, como a muchos, que el precio del crecimiento llegue a ser más alto de lo que hoy suponemos. Soy un convencido de que nuestra capital y su zona conurbada continuarán creciendo y con ello se abrirán oportunidades para quienes hoy se encuentran aún en las aulas, pero también ese crecimiento debe corresponder a un Querétaro con un futuro claro, donde el caos vial, la falta de áreas verdes para concurrencia, la inseguridad, los rezagos y muchos otros fantasmas, sean mañana tan solo amenazas que nunca se convirtieron en la realidad de un colapso urbano.

Me agrada saber que, de alguna manera, las personas podemos ser capaces de vivir el pasado, el presente y el futuro en un solo tiempo, pero me agrada más pensar que somos capaces de entretejer propósitos, esfuerzos y buenas intenciones en favor de nuestra ciudad y de las que le rodean para darle de nuevo razón y sentido al concepto de trabajo en comunidad. El primer paso será siempre la propuesta por encima de la crítica y las buenas decisiones por encima de las buenas intenciones, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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