Mientras el presidente Trump presumía ante empresarios la operación militar para detener y expulsar de Estados Unidos a los hombres “realmente malos”, a un ritmo nunca antes visto, su secretario de Seguridad Interior, John Kelly, prometía a México que no habrá deportaciones masivas, que se actuará con respeto a los derechos humanos y que las fuerzas armadas no participarán en los operativos migratorios.

De ese calibre es el grado de contradicción entre quien manda y obedece.

Las promesas de los hombres de Washington, tras la primera reunión del grupo de trabajo bilateral, contrastan con la furibunda actitud de su jefe… quien sordo y ciego, sólo grita.

Tillerson y Kelly vinieron a reconocer que la relación de ambas naciones debe atenderse de manera integral, con especial énfasis en la legalidad y la seguridad fronteriza, pero no se retractaron ni aclararon la postura del gobierno de Washington sobre su intención —ilegal— de enviar a México a miles de indocumentados, sin importar su país de origen.

Del lado mexicano, quedó claro que las decisiones unilaterales no caben en la relación; que cualquier medida no consensuada podría enfrentar el muro de la imposibilidad jurídica.

Por lo menos en los dichos, el canciller Luis Videgaray y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, reconocieron el ambiente de preocupación e indignación generado por las políticas estadounidenses que afectan el interés nacional y tienen efectos que trascienden fronteras, por lo que deben ser dialogadas y consensuadas.

“México requiere de Estados Unidos y Estados Unidos requiere de México; nuestras naciones serán vecinas por siempre; es un asunto de responsabilidad compartida”, subrayó Osorio Chong ante los visitantes incómodos.

Pero no siempre hablando se entiende la gente… la discordia no está en el discurso, sino en la confrontación con los hechos.

Los alfiles de la Casa Blanca, reconocen —no hay de otra— la necesidad de trabajo y diálogo permanente, pero el afecto que ambos dicen sentir por México no se refleja, por lo menos hasta el momento, en las políticas persecutorias ordenadas por su jefe.

La mañana de ayer, Trump consideraba la presencia de sus secretarios en nuestro país como un viaje difícil. Para Enrique Peña Nieto el encuentro de una hora con Tillerson y Kelly fue uno de los más difíciles del sexenio.

Golpeado por la oposición y la comentocracia, el Presidente actuó de la única manera posible; dejó claro que con Estados Unidos primero van migración y seguridad, y luego, lo demás; nada que flojitos y cooperando.

La administración de Peña Nieto no puede sumirse ante los gringos. Por encima del miedo, sólo dignidad y Derecho.

A Videgaray y Osorio Chong corresponderá operar con firmeza la relación en tiempos de cólera; mostrar que amistad y voluntad de diálogo no significan sumisión... y que México no está dispuesto a pagar cualquier precio.

EL MONJE PENDENCIERO: Al pueblo circo, aunque no haya pan. El breve gober veracruzano parece obsesionado con ser recordado, aunque sólo sea como el justiciero perseguidor de su antecesor. Yunes se siente “El Santo” y reta al “Cavernario” López; quiere pelea para demostrar que el mesías tropical sí recibió lana del cochino Duarte. La arena está de bote en bote y la gente loca de la emoción… con los meros rudos de la afición.  Los “maiceados” gritan: ¡métele “la Wilson”, métele “la Nelson”, la quebradora y el tirabuzón, quítale el candado, pícale los ojos, jálale los pelos… y bájalo del “ring”. No voy, no voy, porque pierdo la cartera, replica El Peje a la carrera. ¡Bomba!

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