Hace unos días se publicó un informe del Departamento de Salud Pública de la UNAM realizado por el Dr. Alejandro Cortez y la Dra. Guadalupe Ponciano. Este informe nos confirma lo que hemos sospechado a lo largo de esta tremenda pandemia: que quienes más perdieron la vida fueron las personas más pobres, con menos educación y con los trabajos más precarios, como choferes, vendedores ambulantes, pequeños comerciantes, jornaleros agrícolas y amas de casa son quienes más perdieron la vida. Lo que no nos sorprende de este informe es que, si algo nos ha enseñado la pandemia, es que este país es un país de enormes desigualdades.

Decidir quedarnos en casa se convirtió en un privilegio de clase, fácil para quienes pudimos trabajar desde nuestros hogares con la seguridad de que no padeceríamos ninguna carencia. Muchas de las personas que perdieron la vida no tuvieron esa posibilidad, ni tampoco contaron con las oportunidades que les permitieran cambiar su condición y posición para acceder a trabajos mejor pagados y con la protección de la seguridad social.

Estamos hablando de un país donde, de acuerdo con el informe de Pobreza Laboral del Coneval al primer trimestre de 2021, la mayoría de las personas en México percibe un ingreso de $4,456.58 al mes. Este nivel de ingreso nos refleja la enorme disparidad que impera en nuestro país y la enorme desigualdad para acceder a los servicios de salud.

La mayoría de las personas que murieron hacían trabajos que requerían que salieran de casa. Eran personas que tenían que ganarse el sustento día a día, que no tenían la posibilidad de recibir un pago quincenal porque sus trabajos, muchos de ellos informarles, no les permitían trabajar desde la protección que da una pantalla.

La mayoría de las personas que perdieron la vida por Covid-19 eran hombres, lo que nos habla de como los roles y estereotipos de género que prevalecen en una sociedad machista impactan de manera negativa también en la población masculina. La figura de proveedor que se ha impuesto a los hombres, la costumbre de prohibir a las mujeres el salir a trabajar y la idea de que los hombres son débiles cuando admiten problemas de salud están entre las razones que explican el mayor número de decesos de la población masculina y que dejan en el desamparo a miles de hogares.

Entre las mujeres quienes más perdieron la vida fueron las amas de casa, mujeres dedicadas tradicionalmente al cuidado de otras personas y que, por lo general no tienen acceso a recursos personales, económicos ni comunitarios que les permiten acceder atención médica.

La discriminación en México es un acto mezquino que nos debería indignar a todos y todas. Y si algo ha logrado la pandemia es poner el dedo en la llaga. México es un país que discrimina, y no discrimina solamente la sociedad. Es un país que discrimina desde sus instituciones y la Covid-19 nos ha hecho ver esto con más claridad que nunca.

Directora Regional de CELAPAZ e integrante de la Red Nacional de Alertistas.
Twitter: @mcruzocampo

Google News