En los pasados días se ratificó el apoyo del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hacia la candidatura de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero. Así lo anunció en una conferencia matutina en donde, a pesar de ser increpado repetitivamente, sostuvo con firmeza su posicionamiento. Mucho se puede hablar de este tema. ¿Qué significa este respaldo? ¿Qué implicaciones genera en el feminismo del partido y del país? ¿Cómo leer esta situación de cara a las elecciones de junio?

Salgado Macedonio ha sido un personaje controversial e impresentable en la esfera política y social de nuestro país. Por años ha sido el centro de acusaciones por temas variados, entre ellos la corrupción y abuso sexual. Un individuo de esta naturaleza es acreedor de repudio social y en mayor proporción lo debería ser para la política. No obstante, esta no es la situación a la que se atiene el candidato por Morena a la gubernatura de Guerrero, sino, más bien, todo lo contrario, es decir, un apoyo inmenso por parte de los dirigentes del partido.

En México nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario, eso es cierto, pero cuando por años un individuo no deja de recibir quejas y demandas por abuso sexual, entre otras acusaciones, algo de manera simple y sencilla huele mal. Pero en vez de agilizar las investigaciones hacia Salgado Macedonio para conocer su culpabilidad y en todo caso obtener justicia, lo que interesó en Morena fue agilizar la candidatura de este personaje a la gubernatura de Guerrero.

Importó más, tanto a López Obrador, como a Mario Delgado, dirigente nacional de Morena, premiar la lealtad sobre toda consideración de imagen, respeto y justicia hacia las mujeres, así como colocar a un candidato que posiblemente permitiera no sólo ganar en los comicios, sino obtener más distritos y así garantizar una mayor representación del partido en la Cámara de Diputados. Al ratificar la candidatura de Salgado

Macedonio se despreció la justicia social que tanto tiempo el PRI se jactaba de conseguir y que ahora asegura buscar Morena.

Para ser un partido progresista se necesita luchar por la libertad y la justicia, pero también hacer lo que es correcto a pesar de que no sea políticamente redituable. Lo que hizo López Obrador fue una acción pragmática para acrecentar a Morena y su control en el país, sin importar usar como moneda de cambio la lucha feminista y de violencia de género y el apoyo popular al partido a mediano y largo plazo.

De acuerdo con las encuestas, es muy probable que la estructura de Morena en Guerrero le conciba la victoria a Salgado Macedonio, y López Obrador tendrá a otro gobernador en su bolsillo. Sin embargo, el precio político por dar la espalda a las mujeres, al feminismo, a la justicia y a quienes luchamos por la eliminación de la violencia de género será un lastre para él y el partido desde ya y progresivamente hasta que haya verdaderos cambios y no mera narrativa ni intentos de deslindarse de la responsabilidad de mostrar apoyo a tal o cual candidato declarando aseveraciones como “es el pueblo quien pidió a Salgado Macedonio”.

Esta decisión de los dirigentes de Morena traiciona una vez más la lucha feminista de México, de integrantes fehacientes del partido, y del mismo partido en general, pues se dice ser progresista y de izquierda. El respaldo hacia Salgado Macedonio significa validar la impunidad y desgarrar la justicia, alimentando el patriarcado, el machismo y la violencia de género. Significa no ser progresista, sino todo lo contrario.

Bueno, ¿quién es el conservador entonces: alguien que aboga por las personas vulnerables y la justicia, o alguien que las utiliza y reproduce el statu quo? ¿No el partido y sus integrantes eran diferentes? Quizá algunas personas lo sean, pero mientras no haya cambios sustanciales, la transformación sólo será mera narrativa.

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