Trascendió que el periódico La Jornada está en crisis y que podría desaparecer en un par de meses. El rotativo, en escueto editorial, confirmó lo primero y desmintió lo segundo.

En efecto, la empresa Demos Desarrollo de Medios SA de CV tiene (o tuvo) una deuda de 30 millones de pesos con Secretaría de Hacienda y sufre un hueco por el atraso en el pago de publicidad gubernamental evaluada en cerca de 120 millones de pesos, centavos más centavos menos.

Los trabajadores, una plantilla de poco más de 200 empleados sindicalizados, recibirán ajustes en las prestaciones laborales que irán del 24% al 4% dependiendo de la cantidad y el puesto en la empresa, y no serán aplicable al sueldo neto.

Hasta el momento no se han comprobado desfalcos y corruptelas, si es que las hubo. Tampoco se ha interpuesto demanda legal contra quien resulte responsable del desastre financiero de la empresa, si es que existe tal querella.

La empresa y el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Jornada (Sitrajor) negocian todavía la mejor salida de esta crisis de presupuestos y tratan de ver una salida al problema con la menor cantidad de heridos.

La gerencia propone ajustarse el cinturón para conservar fuente de trabajo en las mejores condiciones posibles. El Sitrajor está en el dilema de defender su contrato colectivo o apechugar para apagar el conato de incendio antes de que se vuelvan llamaradas.

Antes este panorama, La Jornada, empresa y trabajadores, se enfrentan ante el dilema de una reestructuración a fondo de la empresa; en otras palabras, deben poner orden en la casa, tirar las colillas y limpiar la cocina, porque la party terminó.

Hace un año apenas, la quiebra de El País de España era portada en los otros medios y se habló también de desfalcos, deudas y restructuraciones. Finalmente hubo despidos y se alimentaron enconos y el diario sigue navegando sin haber perdido credibilidad alguna.

Más allá de las circunstancias particulares, lo que sucede y suceda con La Jornada tiene que ver con la crisis de los periódicos en papel y con la redefinición del periodismo y su postura frente a la sociedad.

Los maledicentes festejaron el supuesto desplome de La Jornada, que para un sector de la sociedad es el buque estandarte de cierto modo de hacer periodismo; los menos mal intencionados propusieron armar una vaquita y poner 30 pesitos cada uno para ayudar a los “Jornaleros”.

Este reportero imaginó a una comitiva llevando la morralla recaudada hasta las puestas del periódico y entregarlas, amarradas en un paliacate, en mano de su directora Carmen Lira.

Este columnista soñó con marchas del zócalo a avenida Cuauhtémoc 1236, domicilio del rotativo, y miles de manifestantes lanzando arengas y de vez en vez soltar una lágrima por la libertad de expresión.

Pero fueron los mismos Jornaleros quienes salieron a pedir calma y prudencia, y han dicho que no era para tanto, que todavía no son los Pípilas del periodismo nacional y que tampoco iban a cerrar el periódico por falta de cash.

Un chiste circula en las escuelas de periodismo y explica bien el tema de los periodistas y los medios en la actualidad.

Mientras eres estudiantes, eres soñador, crees en la libertad de expresión y la defensa del más indefenso, lees La Jornada y Proceso. Cuando eres un recién egresado, periodista novato y buscas comerte el mundo, revisarás El Economista y El Financiero. Cuando no encuentras trabajo y sabes que no lo encontrarás pronto ni tan fácilmente terminas leyendo el aviso oportuno de El Universal.

Qué tiene que ver el chiste con la crisis de La Jornada. Nada, o casi nada, pero no podía desperdiciar una oportunidad para contarlo. Gracias. FIN

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