Hace más de cien años, el ferrocarril llegó a la ciudad, entonces apacible, tranquila. Siendo presidente de la República Manuel González, compadre de Porfirio Díaz, en 1881 arriba el tren a Querétaro.

La ciudad, de apenas 27 mil habitantes, recibía a ese símbolo de la modernidad, el orden y el progreso, que había llegado a esta levítica urbe. En la alameda, a las orillas de la ciudad, estaría la primera estación, como narra Alejandra López Beltrán en la edición de EL UNIVERSAL, Querétaro, del 16 de junio de este año.

Era un mundo que empezaba a transformarse. El telégrafo, el tren, después el cinematógrafo, el teléfono serían impulsores de este cambio. Los largos y peligrosos viajes a la ciudad de México pronto serían mera anécdota ante la seguridad y rapidez del ferrocarril.

Después, otra estación del tren sería construida en Querétaro; ahora, del lado contrario, en la Otra Banda, misma que hoy es un centro cultural. Nuevamente, la estación estaba fuera del centro de la pequeña ciudad.

Tras la Revolución Mexicana, el tren pasó a ser un elemento nostálgico, y el triunfo del automóvil impulsado a gasolina provocó la construcción de grandes carreteras. Viajar por tren era una experiencia que sólo los mayores podían contar.

Pero, en este siglo XXI, en lo que llegan los autos voladores que la ciencia ficción imaginó para estas épocas, el ferrocarril ha sido vuelto a tomar en cuenta como un elemento importante de transporte público.

Por ello, dentro de los planes del presidente Peña Nieto está impulsar el uso del tren, ya no a vapor, sino eléctrico. Uno de ellos comunicaría directamente a Querétaro con el DF.

Sin embargo, la transformación urbana de la ciudad y la magnitud del proyecto hace impensable el querer usar la vieja y nostálgica estación de la Otra Banda. Si otrora estaba en las afueras de la ciudad, hoy, está en el centro.

Pero, la propuesta del gobierno federal, soportada por el gobierno estatal, es ubicar la nueva terminal en Calesa, que si bien no es el centro de Querétaro, queda en medio de la mancha urbana que compone la zona metropolitana.

La ciudad, al borde de la parálisis por el pésimo sistema de transporte y la falta de vialidades que faciliten el flujo vehicular, tendría que cargar —ahora— con una nueva terminal altamente transitada.

Los vecinos de Calesa, lejos de alegrarse por la noticia de tener cerca una nueva estación del tren, empezaron a cuestionar. Critican, no la naturaleza ni beneficios que pudiera traer esta interconexión de Querétaro con la capital del país, sino su ubicación.

Siguiendo con la línea autoritaria, los gobiernos priístas no tomaron en cuenta a los habitantes de la zona, los cuales ya empezaron a dar muestras serias de su descontento, hecho que otros actores partidistas empiezan a aprovechar. A río revuelto, ganancia de pescadores.

Los ciudadanos empezaron a hacerse oír. Sin embargo, lo limitado de la ley de participación ciudadana de nuestro estado socava las posibilidades de que sean tomados en cuenta.

Entre los habitantes de Calesa ha empezado a surgir la idea de pedir un plebiscito para demostrar el descontento. Sin embargo, la ley aún vigente —consultada en la página web de la legislatura— exige la firma del tres% de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral.

Mejores expectativas pudiera tener la consulta vecinal, ya que la ley pide el 10% de ciudadanos inscritos en la lista nominal de la sección electoral “donde se ubique el asunto de interés público o el problema comunitario a consultar”. Pero tiene la limitante de que la ley dice, en su artículo 74, que “los resultados de la consulta no tendrán carácter vinculatorio sino solamente serán elementos de juicio para el ejercicio de las funciones de la autoridad competente”.

Como vemos, la misma ley que debería permitir la participación ciudadana es la primera en inhibirla. Es momento, además de replantearse la ubicación de la nueva estación, de pensar en una nueva ley que realmente abone a la participación de los ciudadanos y no la desincentive.

Periodista y sociólogo

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