Tal vez te suene familiar la discusión permanente respecto el rol de cuidados que juegan las mujeres y los hombres en la sociedad. Si hacemos un recorrido a lo largo de la historia, en el paleolítico el reparto de actividades y la toma de decisiones eran llevadas a cabo de manera igualitaria, ya que en ese entonces las poblaciones se distinguían por ser nómadas, es decir, no estaban establecidos en una zona geográfica determinada.
En el neolítico al descubrirse y practicarse la agricultura y la ganadería se asienta un sistema patriarcal, ya que el rol de cuidados del hogar y de la familia queda asignado a las mujeres por ser la fuente de reproducción de la mano de obra; y el cuidado económico quedó asignado a los hombres ya que se hicieron cargo de las actividades comerciales y/o políticas. Es entonces que las mujeres quedaron relegadas a la esfera privada y los hombres a la pública.
Ahora la dinámica económica ha cambiado y no por ello las mujeres se han incorporado legalmente con mayor fuerza desde el siglo pasado a las tareas de producción formales, sino que su rol de cuidados ha aumentado al hacerse cargo de ambas esferas, tanto de la privada (hogar y familia) y de la pública (comerciales y/o políticas).
Ambas tareas de cuidados son indispensables para el desarrollo de un país, en el caso del trabajo doméstico, dicha actividad ha sido invisible a lo largo de la historia por ser una tarea llevada a cabo en la esfera privada, sin embargo el trabajo doméstico también genera riqueza al no ser remunerado y ser vital para la subsistencia de los seres humanos.
Datos del Inegi revelan que el valor económico de trabajo doméstico superó los 4.6 billones de pesos, lo que equivale a 23.2% del PIB nacional; de este valor, 75.3% fue generado mediante el trabajo de las mujeres, quienes ocuparon 2 mil 027 millones de horas a la semana para tal efecto.
Desde esta óptica habrá quienes aplaudan la gran aportación de la mujeres en el desarrollo económico un país pero lo cierto es que la falta de involucramiento de los hombres en la esfera privada es una limitante para que las mujeres puedan desarrollarse plenamente en el campo profesional y como consecuencia también derivan en grandes problemas de salud pública.
Es primordial no sólo el reconocimiento del trabajo doméstico sino el equilibrio de los roles de cuidados, ya que ninguna economía podría sostenerse sin el cuidado de los niños, niñas, personas adultas mayores y enfermos.