El terror es una serpiente que se traslada de un lado a otro de la geografía mexicana. Al parecer no hay coordenada del país que esté a salvo. La violencia arrasa ahora con la vida humana en Guanajuato. En lo que va del año se suman casi 200 muertes violentas. Las poblaciones más afectadas son Celaya, León, Silao, Yuriria, Valle de Santiago, Salamanca y Apaseo el Grande.

El lunes 12 de febrero murió una bebé de cinco meses, cuando sus padres fueron acribillados en Silao. En esa misma población, el martes 20, resultaron heridos otro infante de ocho meses y un niño de tres años, porque un comando armado ingresó a su hogar para arrebatar la vida de sus padres.

Este mes comenzó con una masacre en Celaya, donde una mujer fue herida y cuatro varones perdieron la vida, todos pertenecientes a la misma familia, mientras descansaban en su domicilio.

Trece días después, el segundo martes de febrero, ocho personas fueron encontradas sin aliento en las poblaciones de Yuriria y Valle de Santiago. Esa misma fecha, en Salamanca, dos asesinos montados en una motocicleta ejecutaron a cuatro varones sobre la vía pública. Luego, el lunes 19 de febrero, un grupo de sicarios secuestró a Jovita Michel, la delegada del poblado de San José Agua Azul, para arrojarla más tarde con el cuerpo masacrado por la pólvora.

Durante esa jornada, en León, desde un carro Jetta color rojo un par de matones vaciaron sus armas contra dos mujeres que fallecieron mientras hacían un paseo a pie. Un día después, el martes 20, otro comando ejecutó a dos varones en Apaseo el Grande y luego incendió varios vehículos.

El viernes de la semana pasada, en Celaya, fue asesinado un comandante de policía mientras iba de camino a su oficina. Después, entre el sábado y ayer domingo, aparecieron once cuerpos en los alrededores de Apaseo el Grande. Cinco de ellos fueron encontrados sobre la autopista que va de Querétaro a Celaya. Tenían atadas las manos, estaban desnudos y hay evidencia de que habían sido torturados.

Mientras esta marea de sangre recorre el sur del estado de Guanajuato, ninguna autoridad parece hacerse cargo. El gobierno local se ha replegado asumiendo que se trata de un pleito entre narcotraficantes y por tanto arroja lejos la responsabilidad hacia al gobierno federal.

Sin embargo, a pesar de que, desde el año pasado, la presencia militar ha crecido mucho en esta entidad, por la narración anterior resulta evidente que de nada han servido las Fuerzas Armadas a la hora de controlar el desastre. Tampoco los funcionarios federales que —de tan ocupados que están en asuntos de grilla electoral— sufren de indolencia grave frente a tamaño polvorín.

Las explicaciones que se brindan para comprender la masacre son insuficientes. Recientemente el procurador de Guanajuato, Carlos Zamarripa, declaró que la mortandad era resultado de un pleito entre bandas dedicadas al robo de combustible. Por cierto que, en la casa de un familiar de ese mismo funcionario, el primero de febrero fue colocada una manta exigiendo la liberación de un presunto delincuente.

En esas fechas fueron colgados otros narco-mensajes firmados por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), con un texto clarificador. Sus signatarios amenazaban a los integrantes del Cártel de la Unión de León, con que estaba por comenzar una limpieza feroz para acabar con los adversarios.

De su lado, los líderes de la Unión de León hicieron circular videos en la red denunciando a los integrantes de la policía corrompidos por el CJNG. Este dato no es menor cuando, en lo que va del año, han sido asesinados 13 agentes en el estado de Guanajuato.

ZOOM: ¿Qué se requiere para detener esta masacre? ¿Cuántos muertos más? El año pasado perdieron la vida más de mil personas en Guanajuato por la guerra entre grupos criminales. Como van las cifras, durante este 2018 la entidad podría cerrar con un tanto mayor de víctimas, entre ellos bebés y menores de edad.

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