El Presidente está fuera de sí. Aunque pensándolo mejor quizá lo que estamos viendo es la exacerbación de sus rasgos de personalidad. Su intolerancia quizá es producto de que en efecto cree que a través de él se expresa el pueblo, su propensión para mentir a lo mejor se explica porque está convencido de la peligrosa conseja de que el fin justifica los medios, y sus embates contra todo aquel que no comparta sus convicciones se alimenta de la peregrina idea de que existe una sola forma de ver y evaluar las cosas. No entiende que la mexicana es una sociedad compleja, masiva, modernizada, profundamente desigual, pero también diversa, en la que coexisten idearios, aspiraciones e intereses numerosos y que en ellos reside la riqueza de nuestra nación. Parecería que quisiera convertir esa pródiga pluralidad en un ejército de zombis bajo su mando y tutela. Esos resortes no solo son peligrosos, sino que están destinados a enfrentarse una y otra vez con personas, instituciones y agrupaciones legítimas, generando un clima ominoso, porque la única forma de hacerse realidad es substituyendo nuestra germinal y difícil democracia por un autoritarismo descarnado.

Solo dos botones de muestra.

1. El 14 de mayo, en su performance mañanero, acusó a consejeros del INE (con nombre y apellido) de cambiar de opinión en relación a las tarjetas que están entregando decenas de candidatos. No se tomó el tiempo necesario para estudiar el asunto, no le importó construir una “verdad” a modo ni contribuir a enturbiar aún más el ambiente político. Los consejeros se vieron en la necesidad de explicar que en 2017 ellos habían votado en contra de la utilización de esas fórmulas de hacer campaña, pero que el Tribunal había resuelto que era una forma legítima de realizar proselitismo dado que debía considerarse como propaganda. Es por ello que la receta ha proliferado.

Pero dado sus prejuicios hacia el INE, a su incomprensión de que se trata de un órgano de Estado autónomo y de que la responsabilidad de la organización de las elecciones recae en el Instituto (y que por ello requeriría por lo menos el acompañamiento respetuoso del presidente), se ha convertido en la principal fuente de incertidumbre en el proceso electoral. Triste y preocupante papel.

2. El 12 de mayo, en el mismo escenario, arremetió contra la agrupación civil “Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad”. Desplegó incluso las fotografías de los integrantes de su Consejo Consultivo y los exhibió como si fueran una partida de forajidos. No fue solo un acto amenazador sino delirante. ¿Se vale que un conjunto de ciudadanos se organice? ¿Qué puedan desarrollar los temas que se les ocurra (corrupción, derechos humanos, agenda feminista, etc.)? ¿Tienen derecho a hacer públicas sus pesquisas, agendas, propuestas? ¿Pueden disentir de los dictados gubernamentales? ¿Pueden beneficiarse de fuentes de financiamiento públicas y privadas, nacionales y extranjeras, genuinas? Por supuesto que las respuestas son sí de manera contundente. Salvo en regímenes verticales y fanáticos.

La paradoja mayor es que si el presidente realmente estuviera comprometido en una lucha contra la corrupción, “Mexicanos” sería un claro aliado. Él podría aprovechar las investigaciones de esa agrupación para detectar anomalías en su administración, dado que el titular del Ejecutivo no conoce todo lo que sucede bajo su manto. Pero no. No soporta ningún señalamiento y lo que le importa es la imagen no las evidencias.

Profesor de la UNAM

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