Hay momentos que más vale presenciarlos simples y llanos. Aunque sea por un instante, vivirlos sin explicaciones para permitir que la experiencia se imprima en lo más hondo, en lo más íntimo, incluso durante el trabajo científico.

Habrá quien considere que vivir una experiencia como la mencionada, no tiene la menor relevancia. Incluso, que éstas no deberían caber cuando se desarrolla una investigación en el laboratorio, en campo o frente a una computadora, considerando que las emociones provocadas le restan objetividad al proceso.

Hasta el momento, y qué bueno, la ciencia es operada por humanos y, de acuerdo con una investigación del equipo de Brandon Vaidyanathan de la Universidad Católica de América, las personas con un trabajo científico que tienen algún tipo de experiencia estética tienen mejores niveles de satisfacción laboral y salud mental.

Entre las diversas áreas de estudio, son variados los elementos que consideran estéticos. Mientras las personas en física destacan la simplicidad, parsimonia y simetría, a las de biología se les apachurra el corazón con la complejidad, los colores y las formas. Estos atributos provocan la proyección de sus emociones sobre los objetos en los que razonan y así se curan o, cuando menos, mitigan la frustración y la presión.

Este efecto no es menor porque, en el mismo trabajo que reporta Vaidyanathan, el 25 % de los estudiantes de posgrado presentan graves trastornos psicológicos.

¿Una experiencia estética contra dos píldoras de ansiolíticos? Insisto, la ciencia sigue siendo operada por humanos, y para que estos seres trabajen sobre su objeto de estudio, necesitan estar bien.

Cuenta la leyenda que hubo un físico que acudió a los laboratorios Bell, donde habían logrado obtener las primeras imágenes de átomos usando un nuevo tipo de microscopio de efecto túnel. Mientras este sujeto observaba las deliciosas estructuras, un trabajador del laboratorio, de apellido Platzman, explicaba el fenómeno observado. El primero, el observador fascinado, grito “¡Cállate Platzman!”, pidiendo que sólo guardara silencio y apreciara aquella maravilla. Este gritón contemplativo fue Richard Feynmann, ganador del premio Albert Einstein (1954) y el Nobel de Física (1965).

¿Habrán sido las emociones de Feynmann parte del éxito de sus investigaciones y hallazgos?

Fuentes:
—J. Mehra. (1994) The Beat of a Different Drum: Life and Science of Richard P. Feynman.
—Brian Owens. (17 March 2022) Beauty and wonder of science boosts researchers’ well-being.  https://doi.org/10.1038/d41586 -022-00762-8

Contacto IG: @chrisantics

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