En un spot, la dirigencia del PRI convoca a sus militantes a que, “con sentido autocrítico y una gran apertura”, participen en una consulta para saber por qué el 1 de julio “no pudimos refrendar la confianza de los ciudadanos”.

Ojalá tal consulta arroje algún descubrimiento, aunque, al parecer, los integrantes de la actual dirigencia son los únicos que no están enterados de lo que sucedió. Por ejemplo, sintéticamente, militantes, simpatizantes, medios y redes dicen en medios y redes que la cúpula del PRI se alejó de la realidad, quedó a puerta cerrada y en torre de marfil, y afirmó que todo marchaba bien. Lejano y soberbio, creyó que los instrumentos del poder bastarían para mantener, a control remoto, el respaldo de los votantes.

El PRI se equivocó cuando postuló a quienes, como gobernadores le fallaron a sus electores, su partido y los ciudadanos, y saquearon las arcas públicas, endeudaron a su estado y exhibieron excesos y abusos. Más grave aún: el PRI protegió a sus perpetradores y guardó silencio cuando la evidencia indicaba al menos un pronunciamiento del lado del sentido común.

El PRI no midió a tiempo las consecuencias electorales de una violencia galopante, que a lo largo del sexenio capitalizó la inoperancia gubernamental. En 2017 y la mitad de 2018, se establecieron marcas inéditas en casi todos los rubros de la delincuencia. No tomó en cuenta el bajo índice de aprobación del Presidente, ni lo respaldó ni se distanció. Más bien se constituyó en un ente aprobador del saqueo, de la inseguridad, de la corrupción y de la impunidad. Creyó que bastaría con presentar un candidato no priista y calificado. Ello fue una declaración de culpa. Al final, ni el candidato rescató al partido ni el partido ayudó al candidato.

Así llegó el 1 de julio. El PRI soñaba con perder la campaña y ganar la elección. Para eso había estructura y logística suficiente. Pero la militancia se había erosionado. AMLO, en contraste, caminaba por todo el país y enviaba, con palabra y conducta, mensajes de sencillez y honestidad.

Como eco de las urnas, una encuesta de Consulta Mitofsky revela que 52% cree que el PRI fue el perdedor de las elecciones, 44% que se puede recuperar, y 70% que para lograrlo tendrá que buscar nuevos militantes con ideas nuevas.

Está bien que el PRI haga su ejercicio de diagnóstico, pero bien podría estar ya en la siguiente etapa, en la de la reconstrucción: nuevo discurso, nuevos nombres, nueva actitud y compromiso.

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