No existe amor más hermoso, sublime y con gran admiración, para aquellos seres humanos que ya no existen en el plano físico. No mueren, se transmutan y al evolucionar, acrecientan lo que de ellos admiramos y con ello, evolucionamos o.  mejor dicho, nos revolucionamos. Nuestro amor más puro es el que profesamos a quienes se nos han adelantado al viaje sin retorno: ellos habitan la eternidad y perpetúan infinitamente nuestra veneración hacia ellos. Eso siento por Sor Juana.  No hay amor sin revolución. Amé y amo a Sor Juana de Asbaje con firme convicción; con la convicción de un hombre libre; con el compromiso de mi pertinaz osadía de apenas dibujar algunos grandes rasgos de tan arrolladora personalidad; atendiendo a la conciencia de un hombre que tiene fe en la humanidad, un individuo que cree en este mundo como la creación bella del Supremo que, a pesar de tanto suicida u homicida, sigue siendo una hermosa maravilla. “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si la incitáis al mal? Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació en San Miguel de Nepantla, Nueva España, el 12 de noviembre de 1651; fecha que citamos con reserva, pues inclusive, quien se piensa fue su primer biógrafo, Diego Calleja, fecha su nacimiento en 1648 y, por si lo anterior no fuese suficiente, también se duda de la primicia del citado; es decir, todavía no existen datos precisos de la Décima Musa. Su infancia la vivió en una hacienda de su abuelo materno en donde aprendió a leer y escribir a los tres años; existen algunos que mencionan su ilegitimidad como hija, es decir, supuestamente concebida, fuera del matrimonio situación que, sin afirmarlo, se vería reflejada en algunos trabajos literarios.

Llega a la Ciudad de México en 1659 en donde por su inteligencia, ingresa en la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo y de su esposa Leonor de Carreto, dama que se convertiría en su mecenas. En el año 1667 (más o menos a los 20 años, pues reitero no contar con fecha precisa de su nacimiento) decidió ingresar en el convento de las Carmelitas, el cual abandonó pronto por presentar problemas de salud. Tiempo más tarde ingresó en la Orden de San Jerónimo de manera definitiva, donde vivió en una celda individual. (Continuará)

Especialista en Derecho del Trabajo, Certificado por el Notariado de la Unión Europea. 
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