En su discurso como Presidente electo, AMLO dijo que los mexicanos se cansaron de tanta corrupción, violencia, impunidad, falta de empleos, inseguridad, falta de oportunidades, etcétera.

En su desesperación, votaron por una opción que ofrecía resolver esos problemas, el “benjamín” de los partidos políticos. No les importó que Morena se nutriera de militantes que abandonaron los partidos causantes de la aparente debacle nacional y que hoy festejan el triunfo electoral.

La mayoría de los que votaron por López Obrador, actuó por “encono y enojo”, confía en la esperanza del verdadero cambio, en la “Cuarta Transformación de México”. Por ello Andrés Manuel, resaltó que dará preferencia a los más pobres y a los olvidados, que suman más de la mitad de la población. No suena mal la idea, el problema es cómo sacar del atraso a esos millones de mexicanos que se encuentran dispersos en un territorio de casi 2 millones de km2. ¿Será con dádivas? Aún celoso, agradeció a los ciudadanos que depositaron en él la confianza y reconoció la madurez política de aquellos que aceptaron los resultados electorales.

Andrés Manuel considera que la gente votó por un gobierno honrado y justo, dado que la mayoría de los ciudadanos mexicanos están hartos de la prepotencia, el nepotismo, la deshonestidad y la ineficiencia, y desean con toda el alma poner fin a la corrupción y a la impunidad. Por supuesto que millones de compatriotas aspiran vivir en una sociedad mejor, sin la monstruosa desigualdad económica y social que padecemos. Sí, pero ¿a qué costo? El “cáncer” de unos cuantos enfermó a todo un sistema. Declaraciones que afirman el deseo de mejorar la situación del “prójimo”; y que, en principio, el gobierno ha de representar a todos, pero que debe dar preferencia a “los olvidados y a los más pobres de México”, parecen más sermón dominical que a un discurso de un Jefe de Estado. No se vive ni se come de buenos deseos. Será una tarea ardua que llevará muchos años si bien se empeña en lograr sus “buenos propósitos”. Medidas como las de despedir al 70% del personal burocrático, sin previo estudio que lo justifique, no refleja equidad ni justicia.

También dijo que otro de los mandatos es el evitar la violencia, atendiendo, las causas que la originan y reformular la política de seguridad, hoy centrada casi exclusivamente en el uso de la fuerza, a fin de construir la reconciliación nacional en el bienestar y en la justicia. Olvida que el Estado es poseedor legítimo del uso de la fuerza y la violencia legal. ¿Por qué criticar la manera de combatir a la delincuencia? En sus foros sobre pacificación y reconciliación que pretenden pacificación sin violencia, AMLO y su equipo de trabajo insisten en el “perdón, pero no el olvido”. Ello no agradó a las víctimas dolientes asistentes a los foros; furibundos reclaman “justicia”, no perdón.

El método no está en la justicia penal, excepción hecha del decreto de amnistía que promoverán; delinearon los delitos de “alto impacto” que no recibirían el beneficio del “perdón”. Dijo, López Obrador el pueblo quiere legalidad, no la simulación que en la aplicación de la ley que ha persistido desde el Porfiriato. No hay congruencia entre los ofrecimientos.  Agregó que los mexicanos votaron para que se ponga fin a las imposiciones y los fraudes electorales, quieren castigo por igual para políticos corruptos y para delincuentes comunes o de cuello blanco; que la ciudadanía plasmó en su sufragio el anhelo de que los encargados de impartir justicia no actúen por consigna y que apliquen sin cortapisas ni servilismos el principio “al margen de la ley, nada, y por encima de la ley, nadie”. ¡Más contradicciones en las frases de Andrés Manuel! Promueve el perdón, pero en su discurso pide castigo: nada al margen de la ley.

La incertidumbre genera desconfianza en millones de mexicanos, no olviden que el 70% del electorado no votó por él.

Analista legislativo

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