En las últimas semanas se siguen escuchando advertencias de analistas sobre indicadores de una inminente caída de la actividad global, en especial en Estados Unidos. Aunque es cierto que hay señales de una desaceleración, advertir sobre una fuerte e inminente caída es exagerar.

Lo más importante es que para que haya una gran recesión, tiene que haber antes un gran auge. Eso es porque la recesión, aunque indeseable, cumple la función de corregir excesos que ocurren durante el auge. Estos pueden ser inflación, explosión de crédito, desbordamiento de carteras incobrables, déficits externos excesivos e insostenibles y monedas sobrevaluadas, entre otros.

La mayor parte de estas condiciones no se cumplen hoy en ninguna de las economías importantes, aunque China tiene enormes carteras de crédito incobrables. Estados Unidos es la economía que mejor desempeño ha tenido en el mundo en el actual ciclo, entre 2010 y 2018. Aun así, sólo creció 2.4% anual en los últimos cinco años. Y aunque indican tener pleno empleo, los salarios promedio no han aumentado mucho.

Curiosamente, es Estados Unidos el país sobre el que se centran los vaticinios de una gran crisis. Aparte de que no ha tenido un gran auge, tampoco tuvo un desbordamiento ni de consumo ni de inflación. La inflación, aun en 2018, cuando el crecimiento se aceleró a 2.9%, apenas se aproximó a 2%.

Como la inflación normalmente causa alzas en las tasas de interés, el hecho de que éstas no se hayan disparado es un indicador de que una fuerte caída no es muy probable. La Reserva Federal (el Fed) no tiene gran presión para subir tasas por motivos de inflación y sólo lo ha hecho desde fines de 2015 porque ya tenía años casi en cero. Habiendo una recuperación sostenida, aunque moderada desde 2010, era necesario intentar elevar la tasa de interés poco a poco. Así es como llegó a 2.5% en la actualidad, pero su nivel real, descontando la inflación, es apenas 0.5%.

Otro indicador que sugiere baja probabilidad de una caída fuerte es un índice de condiciones de crédito, el cual mide la dificultad de obtener crédito para personas y empresas en un momento determinado. Hoy este indicador sigue mostrando condiciones favorables, lo contrario a situaciones de inminente recesión, cuando lo primero que se recorta es el crédito, al percibirse que aumenta el riesgo de incumplimiento.

Hay un indicador, sin embargo, que lleva a muchos analistas a predecir una recesión. Este se conoce como inversión de la curva de rendimientos del mismo instrumento a distintos plazos de tiempo. La inversión hoy indica que el crédito de largo plazo rinde menos que el de corto plazo, lo que sugiere que la economía tendrá un debilitamiento futuro.

La explicación de que esta inversión de curva de rendimientos no es en este caso un buen predictor de recesión requiere argumentos demasiado técnicos para desarrollarlo aquí. Pero hay que decir que, por la debilidad económica global, incluyendo tasas negativas en Europa y Japón, es muy difícil que los bonos estadounidenses a diez años ofrezcan un rendimiento mucho mayor al 2% en donde hoy están.

Otro indicador que descarta lo inminente de una recesión global es que la mayor parte de países tiene programas de austeridad en marcha, asustados por los altos niveles de sus deudas, aunque las excepciones son países con mucha más experiencia administrando altos endeudamientos. Estos son Estados Unidos, Inglaterra, Japón y, por tratarse de una economía manejada por el estado, China. Así, es difícil justificar una predicción de desplome inminente.

Analista económico. rograo@gmail.com

Google News