Empezaba a correr el rumor del posible retiro de Margarita Zavala como candidata presidencial cuando, ante la sorpresa de los periodistas de Tercer Grado, la ex primera dama anunció su salida de la contienda. La construcción de su proyecto presidencial se hizo a partir de lo que muchos consideramos casi imposible: primero, su salida del PAN y, segundo, obtener casi un millón de firmas en varios estados.

A principios de este mes la presión para dejar la carrera presidencial parecía estar sobre José Antonio Meade, en esta teoría del voto útil, lo cual quedó quizá en un intento de algunos por sumarlo al proyecto de Ricardo Anaya, lo cual se desinflaría a partir de los cambios en la dirigencia del PRI. Fue finalmente Margarita quien, previo al segundo debate, dejó el espacio, dándose lo que tantos propusieron: un solo candidato independiente: en este caso, El Bronco.

Rápidamente los presidentes de PAN y PRI, así como sus candidatos, salieron a reconocer a Margarita, exaltando cualidades personales y dejando abierta la puerta para sumarla a ella y/o sus votos. Nadie sabe si se trata del 1%, 2% o 5%, pero la percepción de la suma de una ex candidata que pudiera jalar algo a quien logre subirla a su proyecto es lo suficientemente atractiva como para no intentarlo.

La pregunta inmediata al anuncio: ¿por qué se bajó? Ella declaró que por “congruencia y honestidad política”, pero también porque no había posibilidad de ganar la elección. Su candidatura no levantaba e incluso pareciera que la propia campaña le había hecho perder puntos.

Sin duda puede hablarse de que hay inequidad entre quienes participan como candidatos de partidos en relación a los independientes, pero las condiciones ya eran sabidas. Margarita renunció al financiamiento público de un poco más de tres millones, que no está claro si lo hizo por lo ridículo de la suma, congruencia, o si de ser lo mismo que le daban a otros candidatos, cientos de millones de pesos, lo hubiera despreciado de igual manera o tomado para ser competitiva.

La reputación de Margarita como persona bien intencionada no se cuestiona, pero no por eso deben dejar de analizarse sus errores y deficiencias. Primero, nunca pudo generar euforia en sus seguidores o en aquellos supuestos ansiosos por votar por un candidato sin partido. Ni su discurso ni su propuesta ni su participación en el debate parecen haber cautivado ni el corazón ni la razón de los millones de electores necesarios para ganar. No encajó en la figura de independiente ni explicó por qué lo era sin sonar incongruente, dada su historia. Todo esto y la caída en las encuestas debió limitar también su capacidad de financiar sus giras y presencia en medios alternativos como las redes sociales.

En su carta de renuncia escribió “me retiro de esta contienda, pero no de la labor política”; sin embargo, su futuro no está claro. De ir con el Frente por México, la seguiría todo el material disponible de lo que dijo sobre su candidato. Si se va con el PRI y sus aliados, se confirmaría la teoría de que su candidatura fue una estrategia para dividir al PAN. Otros especulan que regresará al PAN después de las elecciones, a dirigirlo, dicen, pero en primero tendría que prever que hay otros tiradores esperando que el partido sea oposición y desde ahí catapultarse, o que en caso de que Anaya logre rebasar a AMLO, la posición de la dirigencia nacional sería un apéndice de Los Pinos y no un cargo para operar libremente. Podría ser también que prefirió no ser medida, ya que el 1 de julio podría haber revelado que la popularidad de Margarita no fuera significativa. El tiempo revelará las razones de Margarita y si le es posible construir algo más allá de esta intentona independiente.

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