Hace muchos años, en la época del Cine de Oro Nacional, la palabra macho se utilizaba para hablar de cualidades como el valor, el honor, la sinceridad, el orgullo, la humildad y la responsabilidad de los hombres. Hoy, con los cambios culturales de los últimos cuarenta años, la palabra macho se utiliza casi exclusivamente para referirnos a hombres agresivos, impulsivos, irresponsables y violentos.

Los machos muy machos son normalmente sexistas y violentos con las mujeres, Su violencia va desde silbidos, "piropos" y acoso, hasta compartir fotos íntimas, agresiones sexuales, gritos, golpes y, en casos extremos, feminicidio.

Hay otros machos menos machos que se mantienen callados frente a la violencia que sus compañeros, amigos, compadres, hijos o padres ejercen frente a ellos, en lugar de levantar la voz y criticar el sexismo y la violencia con la que actúan.

Los machos muy machos llaman débiles a los hombres que se atreven a protestar y criticar la violencia contra las mujeres porque entienden que se necesita mucho valor, seguridad y autoestima para no callar ante actos violentos.

Los machos muy machos no entienden que golpear a su esposa o a su novia solo muestra incapacidad de controlar sus emociones porque sus acciones se ven como actos de cobardía. Los machos muy machos creen que las víctimas de violencia y abuso no merecen ser escuchadas y tienen miedo de ser responsabilizados por la violencia que ejercen.

Los comportamientos sexistas de los machos muy machos les llevan a tratar a las mujeres como objetos, porque no las vean como personas.

La mayoría de los actos de violencia contra las mujeres los cometen los "machos" que pululan en todos los espacios, desde las direcciones de las empresas trasnacionales hasta las plazas de los pueblos más pequeños. Todos ellos tienen en común, la negativa de dialogar y analizar los factores que contribuyen a agudizar la violencia contra las mujeres.

Los machos muy machos piensan que erradicar la violencia contra las mujeres es un tema sólo de mujeres y tratan por todos los medios de convencer a la sociedad de que la violencia que ellos ejercen contra las mujeres es responsabilidad de las víctimas.

Afortunadamente, hoy, más que en ningún otro momento de la historia, hay más hombres dispuestos a trabajar en la erradicación de la violencia contra las mujeres de la mano de su hermanas, esposas, novias, madres, compañeras  y colegas.

Ellos son nuestra esperanza para transformar las masculinidades tóxicas en todos los espacios y niveles de influencia en los que se desenvuelven. Ellos nos permiten imaginar un país en el que la violencia contra las mujeres deja de verse como algo normal para convertirse en algo que todos y todas combatimos.

Los hombres tienen el reto de convencer a los machos muy machos y a los menos machos que erradicar la violencia contra las mujeres es cosa de hombres y que esto no se logra con más leyes y más policías, sino transformando los patrones culturales que tanto nos han lastimado a todos y todas, porque los machos muy machos, sobre todo los niños, también son víctimas de una cultura machista.

No podemos cambiar la manera en que nuestra sociedad ve la violencia contra las mujeres en tanto los hombres no formen parte del diálogo, eduquen de manera diferente a sus hijos y sumen sus voces a las exigencias de las mujeres.

Los hombres que buscan generar un cambio al paradigma social, tienen muchas cosas valiosas que aprender, no solo sobre las mujeres, sino sobre ellos mismos.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo

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