Hace un par de semanas, discutía en esta columna los posibles impactos de la epidemia sobre los patrones de incidencia delictiva en el país. Entre otras cosas, mencionaba como posible que las medidas de distanciamiento tuviesen como efecto una disminución de algunos tipos de delitos, en particular los que se cometen en vía pública.

Era una reflexión más bien teórica, sin cálculo alguno sobre el tamaño del posible impacto. Afortunadamente, hoy puedo cubrir parcialmente esa carencia.

El equipo de ciencia de datos de Tierra, una empresa dedicada a la generación de plataformas de información geográfica sobre seguridad (y en la cual orgullosamente colaboro), produjo una estimación sobre los efectos de las medidas de distanciamiento social en los patrones de robo a transeúntes en la Ciudad de México en el mes que corre.

Los investigadores construyeron dos escenarios de control epidemiológico en la Ciudad de México:

Escenario 1:

Una política de confinamiento moderado, es decir, el cierre de la mayoría de los establecimientos públicos, pero sin restricciones obligatorias a la movilidad (básicamente, la política seguida hasta ahora en el país).

Escenario 2:

Un cierre casi total de la ciudad, con restricciones severas a la movilidad y dejando solo los servicios esenciales en funcionamiento (es decir, una política parecida a la establecida en países como España, Italia y Argentina).

Para simular el posible impacto en la movilidad, se tomó como parámetro la información de tráfico en los momentos de la semana o del año en que el número de personas transitando por la Ciudad de México disminuye drásticamente, como ocurre durante los días feriados y los puentes.

De acuerdo con el modelo, es previsible una disminución de alrededor de 10% en el robo a transeúntes en un escenario de distanciamiento moderado, pero no total. Esta predicción se acerca a la caída de 20% de los robos en el Reino Unido durante la semana en que Boris Johnson aconsejó a los británicos que se quedaran en casa (antes de decretar un confinamiento más severo).

En el escenario de cierre total de la ciudad, los efectos serían mucho más significativos: el modelo predice una reducción de 65% en los robos a personas comparado con un escenario sin pandemia. Esto es compatible con lo que ha sucedido en otros países. En Argentina, por ejemplo, los robos se redujeron a la mitad desde que se impuso la cuarentena.

En ambos casos, la disminución en los índices delictivos no sería homogénea entre las diversas demarcaciones de la Ciudad de México. Por razones obvias, las tasas de robo a transeúntes disminuirían más en áreas con mayor actividad comercial, más peatones, y más uso de transporte público (como Cuauhtémoc o Benito Juárez). En cambio, en zonas más residenciales o más rurales (como Cuajimalpa o Milpa Alta), es menos probable que baje la incidencia de ese delito, ya que habría más presencia humana que en condiciones normales.

Este modelo tiene una limitación que destacan los propios autores del estudio. No incluye en su estimación el posible impacto que pueda tener la crisis económica sobre los patrones delictivos. Previsiblemente, ese factor se sentirá más en el mediano plazo que en abril.

Estos resultados refuerzan mi conclusión de hace dos semanas: en ausencia de una política mucho más restrictiva, lo que vamos a experimentar en el país es una disminución moderada y temporal de algunos tipos de delito cometidos en vía pública. Tampoco en esto hay mucho que celebrar.

Nota: si quieren recibir el documento completo, pueden registrar su correo electrónico aquí: tierra.co.

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