Para Claudia Ivonne Hernández, con toda mi solidaridad

¿Recuerda usted querido lector, un México en donde se cerraban periódicos por orden del Presidente de la República porque el editor había cambiado los pies de foto y confundido a Díaz Ordaz con un simpático simio?

¿Recuerda usted que hubo un México donde en la televisión no se le daba espacio a la oposición política y si se hablaba de ella era para denostarla?

México tenía una libertad de prensa simulada. La agenda mediática era dictada desde Los Pinos.

Todo era: “¡Gracias señor Presidente!” y Querétaro no era la excepción. Un poder monolítico concentrado y los medios como voceros de ese poder, entonces y ahora.

Prueba de ello son las frases pronunciadas por el priísta Rafael Camacho Guzmán, gobernador de 1979 a 1985: “En Querétaro no hay oposición” y “Aquí en Querétaro, el único que hace política soy yo”.

Sin embargo, gracias a la presión ciudadana, se abrieron espacios, primero en prensa, luego en radio y queda pendiente la tarea de una televisión plural.

Las elecciones del 2012 dejaron una enorme lección que los políticos no quieren entender. El autoritarismo discursivo del priísta Pedro Joaquín Coldwell prendió la mecha para que 131 estudiantes de la Ibero se rebelaran contra la represión que se veía venir. Un viernes negro que Peña Nieto nunca olvidará.

Un video subido a YouTube impactó en la nueva generación que no se resignó a ser comparsa de un proceso electoral que los medios tradicionales parecía que ya habían decidido de antemano. El esfuerzo no alcanzó a cambiar el resultado, pero marcó una nueva ruta.

¿Su principal herramienta? Una computadora con acceso a internet y sus redes sociales: YouTube, Facebook y Twitter.

Estas redes sociales son un ágora moderna, el nuevo foro de opinión pública. Una primavera árabe y los indignados de España son prueba de ello. ¿Que no se puede cambiar el mundo a través de ellos? Es cierto.

Sin embargo, como caja de resonancia y pulso político son excelentes herramientas.

Claro, en Querétaro, políticos dinosáuricos y periodistas de la vieja guardia no alcanzan a comprender el fenómeno. Se les hace inconcebible que cualquier ciudadano cuestione vía redes sociales a su amado gobernante. Añoran el monopolio de la “opinión pública” y la imposición de la agenda mediática.

Atrás quedaron esos tiempos, hoy, —aunque sin ser la panacea— las redes sociales son ese espacio para dar voz a los sin voz, el lugar para encontrar información que el poder no quiere que se sepa.

Es una nueva generación de ciudadanos que hacen uso de su derecho a exigir y no obedecer ciegamente al poder autoritario.

¿Que en las redes sociales se difunden rumores? Esto no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de ellas, ¿acaso olvidan el caso del “Chupacabras” en los noventa? Eso era un rumor y las redes sociales digitales aún no existían.

Señores que odian las redes sociales porque no las entienden, el siglo XX quedó atrás, bienvenidos al XXI, donde una nueva forma de comunicar y hacer política ha ganado terreno.

Periodista y sociólogo. Docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ. Director del semanario universitario Tribuna de Querétaro

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