En 1948, se estrenó la película mexicana Nosotros los pobres, bajo la dirección de Ismael Rodríguez, protagonizada por Pedro Infante, Evita Muñoz Chachita, Carmen Montejo y Blanca Estela Pavón, estrellas de la época. Este melodrama urbano está basado en la radionovela Una tumba para llorar. En ese año, se estrenó también la continuación: Ustedes los ricos, con los mismos actores.

Una generación entera de hispanoamericanos fue al cine a llorar las dos realidades extremas de la vida. Las películas de la época de oro y la canción romántica fueron los cimientos de las telenovelas. México se volvió una potencia en este rubro. En 1979, Valentín Pimstein dio inicio a la producción de Los ricos también lloran, telenovela dirigida por Rafael Banquells. El guion fue escrito por la cubana Inés Rodena, la italiana María Zarattini y el venezolano Carlos Romero. Fue un éxito de exportación: llegó a más de 120 países y se dobló a 25 idiomas. Millones de espectadores de América, África, Asia, Europa y Oceanía encendían su televisor y enjugaban sus lágrimas al mismo tiempo. México se volvió dictador de sentimientos.

Desde que era niña, fascinada por los medios masivos, me ha llamado la atención el maniqueísmo que presentan en su lectura de la vida: en el mundo hay ricos y hay pobres. Los ricos abusan de su poder, tienen intenciones aviesas y esclavizan a los pobres. Los pobres son buenos, tienen alma pura, son víctimas de las circunstancias.

La clase media, con toda su gama de estratos sociales, económicos y culturales, casi no aparece en este panorama. Quizá porque la clase media es la mayor consumidora de estas producciones.

Tomàs Navarro, psicólogo catalán, autor del libro Fortaleza emocional, afirma: “La pobreza puede determinar tu configuración mental en tu futuro y en el de las personas que te rodean. La carencia genera sufrimiento. El sufrimiento genera estrés y depresión. El estrés es la llave que abre la caja de Pandora de todo tipo de enfermedades psiquiátricas, autoinmunes o reactivas. Bajo el influjo de la carencia, el estrés y la enfermedad, la relación con tus congéneres y con tu descendencia se complica, por lo que estamos traspasando los efectos de la pobreza a una generación más. Tu círculo social te etiqueta y te expulsa, cambias tus hábitos, cambias de lugar de residencia a un lugar donde posiblemente te rodee más pobreza y entras en un círculo tóxico del que es tremendamente complicado salir y recuperarte”.

La pobreza, como un perro rabioso, muerde al que está cerca. No tener lo indispensable para vivir afecta el desarrollo del ser humano. Provoca frustración constante, rabia, ira, pena, melancolía, soledad, nostalgia, envidia y dolor. Con estas emociones rondando el alma, el espíritu queda preso entre barrotes de odio, que limitan al pobre, lo encierran en un círculo del que es muy difícil salir. Para alcanzar mejor calidad de vida, es preciso crear algo que los demás compren: un producto o un servicio que sean útiles y buenos, que posean belleza, que sean apreciados. Para ofrecer un bien con valor, necesitamos invertir en adquirir conocimientos y el pobre apenas tiene para sobrevivir.

Roberto Sosa, poeta hondureño, escribió: “Los pobres son muchos / y por eso / es imposible olvidarlos. // Seguramente / ven / en los amaneceres / múltiples edificios / donde ellos / quisieran habitar con sus hijos. // Pueden / llevar en hombros / el féretro de una estrella. // Pueden / destruir el aire como aves furiosas, / nublar el sol”.

Los pobres son a menudo migrantes. Huyen de condiciones de miseria, violencia o ruptura del tejido social. El mexicano José Emilio Pacheco los describe en el poema “Indeseable”, que dice así: “No me deja pasar el guardia. / He traspasado el límite de edad. / Provengo de un país que ya no existe. / Mis papeles no están en orden. / Me falta un sello. / Necesito otra firma. / No hablo el idioma. / No tengo cuenta en el banco. / Reprobé el examen de admisión. / Cancelaron mi puesto en la gran fábrica. / Me desemplearon hoy y para siempre. / Llevo aquí en este mundo largo tiempo. / Y nuestros amos dicen que ya es hora / de callarme y hundirme en la basura”.

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