Los mexicanos olvidamos que los holandeses son descendientes de piratas y lo pagamos con la eliminación en el Mundial. Cuando la casa de Orange vislumbró que el mar presentaba excelente oportunidades de expansión a través de la piratería para robar la plata que salía de México, nunca pensó que 400 años después, su táctica seguiría funcionando.

Esta Holanda, como sus antecesores piratas, dejan que el rival viaje tranquilo, lo persiguen a lo lejos, y cuando más confiados se encuentran, en el segundo tiempo se lanzan al abordaje y hunden el barco enemigo.

Y arrancó el juego. Nervio del lado mexicano mientras que los de naranja se administraban. Por nuestro lado, marineros de agua dulce contra terribles piratas holandeses curtidos en grandes batallas europeas. Sólo Rafa Márquez era el único con los blasones para enfrentar a tales corsarios. Y se comportó a la altura. Transmitió confianza a sus compañeros que controlaron los nervios y empezaron a hacer lo que mejor hacen: marcar, asfixiar al rival, no permitirle jugar.

Pero ojo, eso también era parte de la táctica holandesa. Dejar que el rival se cansara para atacarlo, para que cuando los músculo estuvieran cansados y la deshidratación pesara, el talento individual se impusiera a la fuerza colectiva.

México parece dominar pero no tiene llegadas claras. El ejemplo más claro fue cuando el Maza se equivoca en la salida, Holanda la roba y en un último esfuerzo, Rafa Márquez y Moreno frenan a Robben. Aunque el árbitro no marca penal, el daño es peor para los nuestros: perdemos al último hombre en defensa, al que frenaba los embates piratas.

El segundo tiempo arranca muy parecido al primero. Una genialidad de Giovanni Dos Santos, quien está llamado a ser el hombre del talento en este equipo pero que necesita tener más continuidad en Europa, marca el tanto que pone a México adelante. El defensa Blind queda ciego ante el rayo que sale de los botines de Gio. México se pone adelante.

Miguel El Piojo Herrera, tan osado en los juegos contra Brasil y Croacia, ahora decide cambiar de táctica. Evidentemente nunca ha navegado por los mares piratas europeos y la zozobra se asoma a la nave tenochcas. México en lugar de lanzarse al abordaje, decide esperar a los holandeses.

Y los holandeses van con todo. Un tiro de esquina que es retrasado, cae a los pies de Sneijder quien saca un cañonazo que se incrusta en el fondo de las redes. El barco mexicano empieza a hacer agua.

Destanteada, la defensa mexicana espera que el árbitro marque el final del tiempo reglamentario para replantear el partido en tiempos extras. Pero los piratas no iban a permitir que se les escapara la presa cuando ya la tenían arrinconada. Robben toma el balón, entra como un demonio por el área, nadie lo alcanza a detener.

¡Qué triste agonía!, canta José Alfredo Jiménez. Ahora se perdió porque el equipo mexicano traicionó su espíritu de preocupar al rival, de ofender, de encarar. Con el gol, decidió defender y apostarle a guardar el marcador. Pero nuestros jugadores no están curtidos, les falta ese oficio. No nos engañemos, nuestra selección no ha crecido. Sigue estancado en la misma etapa desde hace 20 años. Somos un equipo de octavos de final que lucha pero le falta dar ese pequeño paso hacia la grandeza.

Sin duda, en la cosmogonía azteca el cuarto infierno era el del gol en contra en el último minuto.

Periodista y sociólogo

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