Después de concluir el movimiento armado de 1910 y pasar por un periodo de pugnas militar-caudillistas, inició la formación del Estado Nacional. Uno de los grandes aciertos fue el construir la “ideología del mestizaje”. La nueva clase gobernante sabía de sobra que desde la Nueva España, la organización social siempre descansó sobre la base de los siguientes grupos étnico-raciales: españoles, indígenas, esclavos y castas. Desde ese entonces hasta nuestros días ha estado presente el tema racial.

La encomienda de edificar, paulatinamente, la “ideología del mestizaje” estuvo en la mente de intelectuales de la talla de Manuel Gamio con su obra Forjando Patria (1916), José Vasconcelos con la Raza Cósmica (1925), Moisés Sáenz con México Íntegro (1939) y Gonzalo Aguirre Beltrán con El Proceso de Aculturación (1957) entre otros. En consecuencia, hasta nuestros días predomina la cultura de la mexicanidad, las razas, las etnias y el mestizaje. En ese sentido, el Estado de la Revolución pacificó al país y logró un modelo cultural que evitó en lo subsiguiente que lo racial fuera un objeto de pugnas y de odio. A cada grupo étnico-racial se le asignó un lugar en el país mistificando las desigualdades económicas, políticas y sociales en aras de la paz social.

Sin embargo, con el devenir de la pandemia del Covid-19 se aceleró la crisis de la globalización, trayendo, en consecuencia, el aumento de la pobreza y las desigualdades sociales. Este fenómeno puso en la mesa de los juicios de valor el asunto de las diferencias raciales, solo que ahora aderezadas de odio. La crisis económica convirtió al mundo en un escenario de supervivencia porque para sobrevivir es necesario recurrir a la supremacía racial. En este sentido, México padece ya la discriminación racial y la cultura del odio expresándose en todo su esplendor en el campo de la política y, de aquí salta al ámbito social.

De lo mencionado, para muestra basta un botón. En el estado de Querétaro, el caso del niño Juan (N) (Juanito), otomí de 14 años de edad el cual fue quemado con alcohol por otros dos alumnos que, en el tenor de la supremacía racial, lo consideraron inferior por ser indígena y no hablar español correctamente. Esto sucedió en la telesecundaria “Josefa Vergara” en la comunidad El Salitre en el municipio de Querétaro. Se afirma que hasta la “maestra” era parte de este crimen racial. De esta forma, la entidad inaugura abiertamente el fenómeno de la pigmentocracia que en el futuro inmediato sentará las bases de la violencia estructural que definirá las nuevas formas de movilidad social a partir del fenotipo y de las diferencias culturales. Es decir, la “supremacía racial” se impondrá a partir de las características físicas como el color de piel, el idioma y los rasgos faciales. A los eventos de racismo hoy se suma el odio, la ira y la violencia con crueldad.

Desde ahora, el riesgo de generalizarse está presente y ojalá la burocracia educativa esté a la altura de los tiempos y diseñen políticas públicas, como lo hicieron los grandes intelectuales del pasado, para cerrar el paso a la pigmentocracia y al bullying para garantizar la convivencia social. Sin duda, es un buen reto a la creatividad.

Google News