La opinión pública se cimbró este fin de semana con la pérdida de decenas de vidas humanas en Tlahuelilpan, Hgo., dentro del foco de atención que ha tenido “La Guerra Contra el Huachicol” implementada por el Presidente de la República, cuya principal acción ha sido el cierre de ductos y el desabasto en varias ciudades del país incluyendo las del estado de Querétaro.

Todo indica por las versiones periodísticas emitidas en distintos medios de comunicación, que ante la ruptura de uno de los ductos de gasolina que opera la paraestatal Pemex y al brotar gasolina a borbotones, los pobladores acudieron al lugar para proveerse del combustible sin contemplar las consecuencias mortales que tuvieron.

Según eso no era la primera ocasión que sucedía, por lo menos diez ocasiones en fechas anteriores, pero esta ocasión devino en esta tragedia que cobró vidas humanas de diversas edades y que ante la pérdida de valores humanos no dudaron en acudir al llamado de la obtención de un bien que no les pertenecía.

Desgraciadamente esta acción no únicamente se realiza en el caso de los combustibles, sino también en varias ocasiones ante accidentes carreteros de vehículos que trasladan diversos bienes y no obstante la presencia de una tragedia y por ende respetar a quien hubiera perdido carga, vehículo, salud o vida, se abalanzan para apoderarse de manera irregular de la mercancía, en lo que se ha denominado como “rapiña”.

Lo mismo se da también en algunos lugares por el paso de ferrocarril, donde se hace habitual y como “modus vivendi” el asalto al tren para apoderarse de su carga

Pero todo ello se da ante la pérdida de valores entre los cuales se encuentran la honestidad, la verdad, el respeto, la justicia, que tienen base y fundamento en la familia, donde de momento a momento se van fraguando y que deberían ahondarse aún más en las instituciones y posteriormente hacerse vida en la sociedad.

Mucho tenemos que hacer como sociedad para recomponer el tejido social, comenzando por los embates que las personas y la institución familiar sufren, porque sin lugar a dudas lo que vivimos en esa célula básica de la sociedad es el reflejo de la sociedad misma.

Es importante desde luego la aportación que en dinero o en especie se pretende allegar a los jóvenes o familias para que se alejen de prácticas impropias, e incluso para que eviten enrolarse a las bandas del crimen, sin embargo no lo es todo sino también volver a vivir los valores y principios en la familia y en la escuela, que se transmiten principalmente con el ejemplo.

Por ello es importante el papel que deben desempeñar padres de familia y maestros, en sus respectivas competencias, pero también papel importante tiene quehacer el Estado para más que debilitar fortalecer la familia con leyes y políticas públicas que la ayuden a desarrollarse, así como también políticas públicas que fortalezcan las instituciones educativas teniendo como centro a los educandos.

Papel importante también tenemos que realizar quienes integramos la propia sociedad, en la reconstrucción de su tejido, participando de manera propositiva en los cuerpos intermedios llámese partidos políticos, sindicatos, asociación de colonos, asociaciones de asistencia privada y otras muchas expresiones sociales, para ejercer con responsabilidad la subsidiaridad y solidaridad en estricto respeto a la dignidad de la persona humana.

Con el actuar de los padres de familia, maestros, sociedad organizada y los propios gobernantes, podremos salir adelante en la reconstrucción del tejido social y evitar actos como los acontecidos, ya que estoy seguro que quienes actúan bien son más que los que actúan mal.

Todos debemos ponernos manos a la obra.

Consejero Nacional del PAN

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