Como todos los días los dos se levantaron antes de que el sol aclarara un poco la oscuridad de su casa. Con rapidez —toda la que le permiten sus adoloridas articulaciones— doña Inés prepara esmeradamente un rico y aromático café que, como todos los días junto con un pan de azúcar, será el único alimento que tendrán durante la mañana. Mientras, don Raúl termina de vestirse y arreglar un poco la habitación en la que viven.

De manera casi automática se exigen puntualidad: igual que hace 40 años llegarán temprano a su trabajo, en el que recibirán unas cuantas monedas más, y eso les permitirá volver a comprar el pan de azúcar que desayunarán al día siguiente.

Cuando eran jóvenes trabajaron incansablemente. Ella era una eficiente secretaria de una gran empresa que se declaró en quiebra, por lo que hubo que emplearse como obrera en una fábrica donde conoció a don Raúl. La pensión con la que se jubilaron difícilmente rebasa los mil 200 pesos mensuales, es decir, 40 pesos diarios, por lo que no pueden dejar de trabajar. Actualmente son empacadores en una tienda de autoservicio y cuando don Raúl no se siente mal, también apoya unas horas en el puesto de periódicos de la esquina.

Con 70 años de edad, Inés y Raúl, morirán en pobreza y trabajando. En la etapa final de su vida no hay esperanza de un merecido descanso, producto de tantos años laborados.

En el estudio Nacional de Salud y Envejecimiento del INEGI se reportó que al menos 10 millones de personas de 60 años o más padecen pobreza multidimensional. Además, según el Coneval (2012), el 10% de los adultos mayores viven en hogares que no tienen ingreso suficiente para la compra de alimentos.

Pretendiendo ignorar esta realidad, los diputados aprobaron, en marzo del año pasado, que el gobierno federal se quede con el 3% de la cuota que el patrón aporta a cada trabajador para la vejez, es decir, que los actuales empleados en activo dejarán de recibir 3% de su salario al año, lo que implica un fondo de 34 mil millones de pesos, o sea, una reducción de 60% de las aportaciones al Infonavit. Por si esto fuera poco, aquí en Querétaro se cometió un abuso, cuando la LVII Legis-latura del estado, en una acción cínica e indignante, en sesión solemne aprobó la pensión vitalicia para el diputado Marco Antonio León Hernández, por la cantidad de 47 mil pesos mensuales, es decir 1,567 pesos diarios.

El licenciado León Hernández ha sido diputado local en 3 ocasiones por 3 diferentes partidos. Habría que señalarle a él, y recordarle a la comparsa de diputados que aprobó ese robo al erario público de Querétaro, que el derecho a la jubilación surge de la tenaz lucha de millones de trabajadores en este país por conseguir mejores condiciones de vida, inspirados en la solidaridad trasgeneracional como la mejor prestación a las que se obliga a los dueños del capital para con sus trabajadores.

Un diputado no es un asalariado, en todo caso el patrón es el pueblo. Ante este abuso señalamos claramente que ¡nosotros no lo aprobamos! Acudiremos al amparo en contra de un acto eminentemente inconstitucional, con el cual se sentaría precedente para que cualquier otro servidor público lo haga, y apelaremos a la memoria para no olvidar los nombres de estos funcionarios carentes de ética y compromiso social.

300 días sin ellos. ¡Siguen faltando 43!

Presidenta de Desarrollo Comunitario para la Transformación Social.

@AliciaColchadoA

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