Para que un país tenga una buena política pública, debe consolidar un buen gobierno y, además una buena oposición, es lo ideal. Si el gobierno es muy eficiente, no es tan grave la ineficacia de la oposición. Pero si el incapaz es el gobierno, la única garantía reside en la oposición.

La oposición impulsa al gobierno ante sus deficiencias, lo contiene ante sus excesos y lo pauta ante sus extravíos. Es la mejor contraloría del gobernante, pues sus leales no se lo dicen, disimulan sus defectos, y menos le comunican de lo que él no advierte.

En este momento, la única oposición son algunas Organizaciones No Gubernamentales, ciertos articulistas y periodistas calificados.

Varios comentaristas de diversos medios, opinan que no hay oposición de partidos políticos; a qué se debe que se encuentren en esa situación?

El proceso electoral de 2018 trajo resultados impensados, por un lado, un movimiento político que ganó espacios en los tres niveles de gobierno, y por otro, partidos políticos que sufrieron una desbandada de cuadros y militantes en todo el país y que enfrentan una balcanización a su interior junto con el descrédito político de su propia organización y los repartos de responsabilidades.

Existe una crisis de credibilidad hacia los partidos políticos en el mundo, y México no es la excepción, el ciudadano no los reconoce como instituciones políticas confiables. El sistema político mexicano encara un gran desgaste causado por las alternancias políticas, los excesos verbales de las campañas y los procesos electorales; lo que dividió a los partidos y ahora sólo quedan grupos peleando sobras y jirones, y en los últimos años se pelean los espacios de poder de la estructura partidista.

Los partidos también enfrentan el hecho de que se habían convertido en una especie de carteras políticas, con un funcionamiento similar al de una oficina pública: altos gastos fijos y personal asalariado, cuando son instituciones políticas que se constituyeron para fines muy diferentes, son organizaciones que compiten para acceder y administrar el poder político. También se desdibujó la geometría política, se dieron alianzas electorales, la derecha y la izquierda se unían sin coincidencia ideológica. Se deja al garete ideológico a la cultura política del país. Están inmersos en un cúmulo de omisiones y corrupción en que fueron perdiendo institucionalidad, ninguno atina a ocupar su espacio y reclaman contrapesos pero con temor por las cuentas del pasado.

Por otro lado, la desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos. No confían en nadie y en un mundo en el que el exceso de información paradójicamente desinforma, resaltando en este punto el papel que juegan las “fake news” o las cortinas de humo, la clave está en distraer a la masa.

La llamada de atención de hoy en día es que estamos ante una gran pérdida de la institucionalidad, el futuro del gobierno pudiera acusar fuertes dosis de ineficiencia, y la oposición muestra incapacidad. Pareciera que gobierno se aparta de la efectividad y de gobernabilidad, cualidades indispensables para lograr el bienestar social y la oposición no denuncia y ni propone. Es necesario actúe la oposición como instrumento insustituible para generar los equilibrios de la política pública.

Confundir la popularidad con la capacidad de poder hacer las cosas con eficiencia es un grave error. El gobierno federal se dibuja inexperto. No cuentan con aquellas memorias, buenas o malas, que se llaman experiencia, que le dan al gobernante la guía de solución para cada trance. De esa manera, puede llevar a la desilusión de la población que pueden contestar con el enojo y la desconfianza.

El gran dilema, ¿de qué manera se tendrán que reconfigurar los partidos ante estos escenarios para ser oposición? Uno de sus cometidos, el más importante, es defender el Estado de derecho. Si todos callan, la maquinaria del totalitarismo puede avanzar y será tarde cuando se den cuenta.

Ex legislador federal y local. @Chucho_RH

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