Vivimos en el México donde ser político se ha convertido en actividad de alto riesgo. Hace pocos años un grupo de colombianos me comentaban que en nuestro país no habíamos tocado fondo con la violencia, refiriéndose a la del crimen organizado, y que debíamos esperar que ésta se reflejara en ejecuciones de fiscales, jueces, presidentes municipales y otros funcionarios o candidatos. Así mismo existen otros móviles para los diversos asesinatos de políticos en varios estados, incluidas venganzas personales, sin descartar que algún día la razón sea el odio.

La semana pasada el periodista Ricardo Alemán, de importante trayectoria nacional, fue noticia. Varios medios de comunicación dieron cuenta de la decisión de Televisa, Canal 11 y Milenio de dar por terminadas sus colaboraciones en esos importantes espacios. El pecado fue el retweet donde se llamaba a los seguidores de AMLO a hacer lo mismo que sus fans le habían hecho a John Lenon, Versace y Selena. Inmediatamente hubo reacciones no sólo de los chairos, como Alemán denomina a los partidarios de AMLO, sino incluso de colegas periodistas, líderes de opinión y diversos intelectuales, como Carlos Loret, Enrique Krauze, Julio Astillero y Juan Pardinas, entre otros, que vía sus cuentas de Twitter manifestaron inconformidad con la publicación que incluso el destacado jurista Santiago Nieto, ex titular de la FEPADE, calificó como apología del delito.

En el mismo tema, algunos conductores comentaron que fue un error hacer la citada publicación, pero consideran el castigo excesivo; aunque en mi opinión los tiempos que vivimos no son los mejores para pegarle al avispero, menos cuando se puede influir en un público general, mezclándose con la guerra de mensajes de propaganda política que hace que veamos a los candidatos presidenciales como la solución a todos nuestros males o como el mal mismo.

El viernes pasado asesinaron a otro candidato más, esta vez uno de Morena a la alcaldía de Apaseo el Alto, con lo que van 19 desde que inició el proceso electoral. No es un tema de partidos: priístas, panistas, perredistas, morenistas y verdes han sido víctimas de la violencia. Tampoco importa la posición que busquen, ya que tanto dirigentes partidistas, candidatos a diputados, alcaldes en funciones o postulados para serlo están entre los ultimados. No se ha acreditado que en todos los casos se trata sólo de actos del crimen organizado, por lo que habría diferentes móviles involucrados más allá de la explicación habitual de que es obra de la delincuencia y su agenda criminal.

Sin duda vivimos una situación de alto riesgo para quienes opten por la política. Si a esto agregamos la polarización que las mismas campañas han generado, podríamos estar en un punto donde insistir en la seguridad de los candidatos presidenciales, en primer lugar, sea fundamental para la estabilidad política y económica del país.

Hacemos mal en descartar que alguna persona, creyendo hacer actos “patrióticos”, atentara contra la integridad de cualquier candidato que pareciera interponerse entre él y el México que él quisiera, algún desquiciado buscando fama o trascendencia fácil o malentendida, como ha sucedido en otros países. Algo está pasando en México que cuando los candidatos incomodan ahora simplemente los eliminan, y no políticamente hablando, por eso la reacción y la molestia de muchos cuando, de manera ligera, usuarios de las redes, en chats o en el reciente caso del periodista Ricardo Alemán, se llame, seguro sin desearlo, a un acto de violencia del que son potenciales blancos todos los candidatos a la presidencia. A quienes les importa la estabilidad de México quizá valdría la pena que reflexionaran que ésta se pone en riesgo si la integridad de los candidatos llegara a vulnerarse.

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