La partida de Gaby Cuevas. Los partidos en México se han convertido en verdaderas gallinas ponedoras de huevos de oro para quienes los controlan: plataformas para obtener posiciones de poder y dinero, arcas con abultados montos de recursos públicos y foros para gratificar egos y alimentar proyectos vindicativos y proféticos. Paradójicamente, un número creciente de políticos tiende a encontrar empatía con los enclaves más anti políticos de la sociedad que sólo ven en los partidos el patito feo, deforme, autoritario y corrupto, de la democracia mexicana.

En estos enclaves se contrapone una suerte de concupiscencia de los miembros de los partidos a una idea de pureza de los ajenos a los partidos. Incluso sólo a éstos se les reserva allí el título de ciudadanos, mientras se les niega a los siniestros políticos. Y para embaucar a este estrato social, hay políticos que tienden a su vez a proclamarse candidatos independientes (de los políticos), sólo que lo hacen al servicio de su proyecto de ascender precisamente como políticos. Y hay otros recursos, como el de emigrar de un partido a otro. O sea, de la gallina que dejó de compartirle sus huevos, al gallinero contrario, con la ilusión de encontrar en él una gallina más compartida de sus áureos blanquillos.

Estas y estos protagonistas de la actual temporada pre electoral están leyendo a toda velocidad los cambios ocurridos en la realidad política de México y el mundo. Y están actuando en consecuencia. Es el caso de la desersión a la campaña de López Obrador de la senadora panista Gabriela Cuevas, abandonando el ‘Frente’ encabezado por el líder de su partido con el propósito, entre otros, de cerrarle el paso a un eventual triunfo de AMLO. La también presidenta de la Unión Interparlamentaria Mundial (UIP), distinción apoyada por el gobierno del presidente Peña Nieto en un marco de plutralidad y probablemente bajo la previsión de que el PAN la haría diputada para que pudiera conservar su cargo en la UIP, transitó al partido de AMLO cuando vio frustrada su expectativa en su propio partido.

Transfuguismo masivo.Pero más allá de motivaciones, móviles o propósitos de la decisión de quien fue un valioso cuadro del PAN —lucidora jefa delegacional de Miguel Hidalgo y activa legisladora en la Asamblea local y en ambas Cámaras federales, con un vistoso récord de desafíos a las pretensiones presidenciales de López Obrador desde el gobierno de la capital, hace 18 años, así como, hace 12, de su delfín Marcelo Ebrard— el cruce al alineamiento contrario y la cálida bienvenida de AMLO a sus filas, se vienen a unir a los frecuentes desplazamientos de políticos, empresarios, comunicadores e intelectules de unos a otros bandos en lucha cada vez más encarnizada por el poder: un transfuguismo masivo.

¿Destazar la gallina? Lo cierto es que estos actores políticos parecerían estar en la frecuencia de las señales que actualizaron el lunes los periodistas de investigación de EL UNIVERSAL, Íñigo Arredondo y Moisés Silva, cuyas fuentes encuentran a la baja el voto duro de los partidos. O con los hallazgos de Alejandro Moreno, quien ubica a nuestros nuevos votantes en un reemplazo generacional: ‘despartidizados’, es decir, con una notable tendencia al ‘desalineamiento’ que redunda en la indisciplina y el debilitamiento de los partidos, en paralelo a una polarización ideológica y digital. Este reconocido politólogo y encuestador anticipó este horizonte durante la grabación del programa de Forotv ‘La Agenda Pública en los libros’ (que se trasmitirá de este al otro domingo), en que anticipamos la publicación en abril de su nuevo libro, El cambio electoral: votantes, encuestas y democracia en México (FCE).

No parece previsible el final del cuento de Andersen según el cual nuestros patitos feos de hoy, los partidos, devengan cisnes en los lagos cenagosos de nuestra democracia. Más cercano se ve el riesgo de que los políticos terminen destazando sus gallinas en busca de más oro, como en la fábula de Esopo.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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