Nuestro país vive momentos muy complicados social y políticamente, especialmente para las mujeres.

Las mexicanas estamos inmersas en un malestar común que alcanza proporciones epidémicas frente a la violencia contra las mujeres y niñas. A esto hay que sumar la inacción del Estado, la injerencia de la extrema derecha, la inseguridad y las violaciones a derechos humanos que avanzan sin freno por todo el país.

De ahí la importancia de la lucha feminista que demanda acciones urgentes, contundentes y visibles para resolver la violencia feminicida que arrebata la vida a 10 mujeres cada día.

El reclamo constante de las jóvenes universitarias que exigen espacios libres de violencia de género contra las mujeres, constituye una causa justa que, como en el caso del paro UAQ, con frecuencia se contamina con posturas y demandas que nada tienen que ver con la exigencia original.

Es por eso que, las y los jóvenes que encabezan el paro en la UAQ, tiene una doble obligación frente a toda la comunidad universitaria, especialmente frente al estudiantado que no fue consultado sobre el paro y que, por más de tres semanas y a pesar de las graves afectaciones que esta protesta les ha impuesto, han sido sumamente tolerantes.

Las y los paristas deben asumir que la rendición de cuentas a sus compañeros y compañeras, al cuerpo docente y a las y los administrativos, demanda de ellos y ellas una gran responsabilidad, total transparencia, absoluta seriedad y cero opacidad.

Celebro que el diálogo finalmente se haya destrabado y que se acuda a la mesa con el acuerdo de escucha mutua y la búsqueda de soluciones. Considero, sin embargo, que se debe dar el micrófono a todas las voces, especialmente a aquellas que se vieron apagadas cuando el acceso a la información y a la participación se redujo a una minoría que decía representar a toda la comunidad.

Reconozco la voluntad y entrega de quienes desde el primer momento apostaron por una solución apegada al respeto de los derechos humanos, especialmente a aquellas personas que buscaron una solución desde la paz y la civilidad. Esas voces, en ambos lados de la mesa, son quienes hoy permiten vislumbrar una mejor universidad.

La lección que nos deja el paro universitario nos obliga a reflexionar como sociedad sobre nuestra responsabilidad en la erradicación de la violencia contra las mujeres.

Sin embargo, no debemos olvidar que los asuntos de la UAQ competen a la UAQ y a todas las personas que la integran.

La interferencia, de esos y esas que intentaron sacar raja de la protesta estudiantil, debe ser señalada como responsable de los daños irreparables que sufra la comunidad universitaria. Quienes desde afuera contaminaron el proceso estudiantil con sus politiquerías, deberían pagar por su mezquindad.

Vivir y transitar por espacios libres de violencia es un derecho humano y una demanda justa de las mujeres universitarias, ese es el origen del paro, y resolverlo debió ser siempre el objetivo.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

Google News