Uno de los rasgos que distingue a todo régimen presidencial, es el carácter unitario del Poder Ejecutivo.  En cierta medida, ello lo convierte en la posición primigenia del andamiaje estatal y en el puesto más atractivo para cualquier individuo. No por nada, desde el siglo XIX, el Dr. José María Luís Mora lo definió como “…el eje sobre el que gira toda la máquina política…”

En México, la figura del presidente ha sido primordial, por no decir emblemática. En un símil al entonces Tlaoani de los antiguos mexicas, el presidente se convirtió en el centro del gobierno, todo giraba en torno a él, nada se movía sin que él lo supiera.

Sin embargo, el país es tan vasto y sus problemas tan complejos, que es imposible que un solo individuo ejecute todo lo que implica esa institución. De ahí la importancia del gabinete, pues en cualquier sistema de gobierno, sea republicano o monárquico, se requiere de un séquito de expertos que acompañen, aconsejen y respalden al gobernante.

La importancia del gabinete es tal, que la debilidad o fortaleza de un presidente depende, en gran medida, de las mujeres y hombres que le rodean. Un gabinete fuerte, mostrará sin duda un presidente fuerte.

No obstante, en el caso del gobierno de la cuarta transformación, lo que sí hemos visto transformarse, y varias veces, es el gabinete del presidente Andrés Manuel. Y es que en días pasados se volvió a presentar otra renuncia de un funcionario de estado, el ing. Jiménez Espriú, que estaba a cargo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. ¿Las razones? las mismas: diferencias en la toma de decisiones.

Es inaudito que en tan poco tiempo un gabinete sufra tantos cambios, sobre todo, cuando se trata de un gobierno nacional. Hasta el momento, se han presentado diez movimientos en el gabinete legal y ampliado en menos de dos años, dentro de los cuales se encuentran: dos secretarios de Estado, un director del IMSS, una directora del Conapred, y otros más de primer nivel.

Las razones son varias y responden a situaciones específicas; sin embargo, lo que llama la atención es que, cuando menos, las de los secretarios se dieron por desacuerdos con el presidente y de forma intempestiva, es decir, sin que éste lo esperara. Ello demuestra que el factor “unidad” está ausente en esta administración y que, por ende, se carece de liderazgo, orden y dirección.

Algunos argumentan que las renuncias responden a que sus autores no estaban “preparados” para la 4T; sin embargo, lo que más bien deja ver, es que este gobierno se está cayendo como un castillo de naipes y que el principio de unidad que en su momento caracterizó al Ejecutivo, está ausente y siendo sustituido por la ambición y anhelo de un solo hombre.

Sea cual sea la razón, lo que preocupa, y preocupa mucho, es la inestabilidad que ello genera en el gobierno, así como el reflejo latente de que el Presidente se está convirtiendo en un navegante solitario, que no cuenta ni tiene el respaldo de aquellos que, por definición, deberían ser su escudo y su espada…triste realidad.

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