El ser humano, al igual que las especies animales,  aprende con el tiempo que la vida es por naturaleza muy caprichosa y azarosa y en ello lleva consigo una alta dosis de injusticia e inequidad. Desafortunadamente, las circunstancias que rodean a las personas no son determinadas por ellas mismas al ser concebidas o al nacer. Si tienen el privilegio de arribar al mundo bajo el cobijo de buenos padres en el seno de una familia que responde a la necesidad de cuidarlos y protegerlos, suman probabilidades de lograr crecer y continuar por ellos mismos el ciclo de la vida. En conjunto,  ha sido también un propósito de una gran parte de la humanidad luchar, trabajar y esforzarse por combatir las condiciones negativas para buscar modificarlas favorablemente en beneficio de encontrar esquemas para que la vida pueda alcanzar un mayor nivel de bienestar.

Corresponde también a los gobiernos y al ejercicio de la política, establecer los mecanismos para disminuir la brecha entre la miseria y la riqueza. Sin embargo, hay tiempos, como el que vivimos hoy, en los que las circunstancias suelen cargar la balanza hacia el lado donde los retos son mayores y las adversidades complican el entorno, y ello requiere de replantear ideas y estrategias a partir de estudiar, aprender, conocer y entender los alcances de esa nueva realidad.

Para realizar una analogía, recuerdo que en la oportunidad de visitar la reserva natural del Pantanal en Brasil, una ocasión recorríamos uno de los ríos y vimos en la distancia un hermoso tucán parado sobre unas ramas a un par de metros sobre el agua y ello nos pareció muy curioso por que los tucanes suelen pararse sobre las ramas altas de los árboles. Decidimos acercarnos lo más posible para aprovechar la oportunidad de lograr algunas buenas fotografías. El tucán no hizo mucho caso de nuestra presencia, ya que se encontraba muy ocupado en el afán de sacudir algunas ramas secas buscando algo entre las mismas. Como estábamos en la distancia y con el telefoto disparábamos, no nos percatamos, sino hasta que revisamos las imágenes en la cámara más tarde, que en realidad estaba destruyendo un nido que había sido construido sobre el lecho del río y el ave estaba buscando polluelos para devorarlos. No dejó de ser una sorpresa el darnos cuenta de ello, y en la charla posterior que hacíamos los compañeros del recorrido, entendimos el por qué estas aves eran perseguidas por otra menores que lo único que pretendían era alejarlos de sus nidos.

Aquí les comparto una de las fotografías en las que se aprecia la belleza de esta especie, pero a su vez, la tremenda realidad de saber que también se alimentan de carne, y después del impacto de saberlo, concluimos que así es la naturaleza y su caprichosa y azarosa realidad. Tal vez, si logramos darnos cuenta del tamaño de realidad que vivimos las personas hoy día, pudiéramos comprender la importancia de continuar adelante, cuidándonos con mayor esmero y encontrando las nuevas maneras de protegernos y de combatir esa brecha de dolor que hoy nos agobia en el mundo y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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